viernes, 1 de enero de 2016

Mi musa enferma

Pálida, 
si,
como llegaste al mundo, 
para mostrarnos tus ojos tristes.
¿Y qué importan acaso
los vernáculos del buen pasar
en manos del mediocre santo y seña
de equilibrios infundados?
Sólo un tonto vive sin pasiones,
ni las consecuencias corporales.
Hermosa e insomne,
misterio rasgado por las lentas lunas,
abrasando el mundo de los genios.
Blanca sinfonía desnuda
en la voz de tu poesía,
toses en la alforja de tu llanto,
fiebres te enloquecen de porfías,
sangres te derivan hacia los quebrantos
de la furia absorta de los hombres.
Te duele el estómago,
como Prometeo,
y en tus manos llevas
llagas siderales.


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