jueves, 25 de octubre de 2012

Funeral de Piotr Kropotkin [Filmación, 1921]

Piotr Kropotkin falleció un 8 de febrero en 1921, en Dimitrov, un pequeño pueblo al norte de Moscú. Por aquel entonces tenía 78 años y había dedicado sus últimos años a escribir el libro “Ética: origen y evolución de la moral”, del cual alcanzó a redactar el primer tomo antes de que fuera aquejado por la neumonía que lo llevó a la muerte.
A pesar de esto, su cuerpo fue llevado al cementerio recién el 13 de febrero. Esto, porque los familiares y amigos de Kropoktin se negaron a que el gobierno bolchevique realizara un funeral de Estado, organizando, en cambio, una comisión de anarquistas que se encargarían de las exequias. De este modo, el cuerpo de Kropotkin estuvo dos días en Dimitrov, en su casa. Luego, el 10 de febrero, se trasladó el féretro a Moscú en un tren que llevaba banderas negras con leyendas de Piotr. Allí, se instaló el velorio en la Sala de las Columnas de la Casa de los Sindicatos, colocando afuera un gran lienzo negro que denunciaba al gobierno bolchevique por su negativa para liberar a los presos anarquistas, tal como había deseado Kropotkin.
El cuerpo estuvo expuesto dos días, durante los cuales estuvieron presentes figuras como Emma Goldman y Alexander Berkman. De tal modo que la mañana del 13 de febrero se realizó el sepelio, contando con la presencia de los presos anarquistas, quienes recibieron el permiso para estar presentes a condición de volver en la tarde a la prisión.
El camino hacia el cementerio, que contó con una gran presencia de gente, tuvo dos paradas: la primera fue en el Museo León Tolstoi (donde se tocó la marcha fúnebre de Chopin) y la segunda en la cárcel Butyrki (desde la cual los presos se manifestaron golpeando los barrotes).
Una vez en el cementerio, hubo diversas intervenciones de organiza-ciones sociales, entre las cuales se pronunció Emma Goldman. Luego, se procedió al entierro: al final de todo, el funeral de Kropotkin fue una manifestación, quizás la última manifestación anarquista en el gobierno bolchevique, antes de que se agudizaran las prisiones, las expulsiones y los campos de concentración.
Entre la diversa documentación que existe, hay un interesante álbum fotográfico bilingüe (inglés-alemán), publicado en Berlín el año 1922, y que cuenta con textos de Maximoff y Rudolf Rocker. En dicho álbum, se puede observar desde la pequeña casa de Dimitrov, el viaje en tren a Moscú junto al féretro, los lienzos negros, los discursos durante el entierro.
Asimismo, existe otro documento, casi inédito y, según nuestro parecer, de gran valor. Se trata de una filmación de 11 minutos que documenta todo el proceso del funeral. Es una filmación muda, con intertítulos que van describiendo las diversas escenas, escenas en las cuales podemos ver desde el cuerpo de Kropotkin, hasta la expresión muda de Emma Goldman y Alexander Berkman al observar el féretro abierto del geógrafo ruso.
Es, sencillamente, un documento valiosísimo que ha sido poco difundido entre las y los interesados. Desconocemos el autor de la filmación, la historia de la cinta, mas sabemos que es una parte fundamental tanto de la historia del anarquismo como de su filmografía dentro del cine mudo. Hoy, a más de 91 años de la muerte de Kropotkin, presentamos esta filmación en nuestro canal “La Cigarra Libertaria TV”, para compartir con todos y todas, éste valioso documento.


Por último: ¿Una breve lectura recomendada? Sí, “El Funeral de Kropotkin”, publicado en el sitio web de la CNT de Madrid. Allí cuentan que Kropoktin pidió que no cantaran  “La Internacional” durante su funeral, ya que parecía que sonaba  «los aullidos de perros famélicos». 

lunes, 22 de octubre de 2012

Sionismo y terrorismo: un recordatorio incómodo

Documentos de Inteligencia británicos recientemente desclasificados revelaron una conspiración de grupos terroristas judíos en 1946-1947 para asesinar al entonces canciller británico Ernest Bevin y bombardear Londres. Los documentos recuerdan el importante papel del terrorismo en la creación del Estado de Israel.

Mientras Israel intensificaba su campaña para aislar a Hamas (Movimiento de Resistencia Islámica) calificándolo de organización “terrorista”, recibió un embarazoso recordatorio sobre los vínculos pasados del sionismo con el terrorismo.
La reciente desclasificación de archivos del Servicio de Seguridad británico (MI5) reveló que en 1946, el MI5 había advertido al entonces primer ministro Clement Attlee que terroristas judíos planeaban asesinar al canciller Ernest Bevin como parte de una campaña de atentados con bombas en suelo británico. La campaña terrorista planificada finalmente quedó limitada a una serie de cartas-bomba. En 1947, unas veinte de esas cartas fueron enviadas a figuras prominentes en Gran Bretaña, incluidos Bevin y su predecesor conservador, Sir Anthony Eden.
Los documentos también revelaron una conspiración del rabino sionista estadounidense Baruch Korif para bombardear Londres desde el aire, plan que aparentemente fue desbaratado por el MI5, mediante una serie de arrestos en París.
Sin embargo, las advertencias se concentraron en las actividades de los dos principales grupos terroristas sionistas, Irgún y la banda Stern.
En su advertencia, James Robertson, jefe de la Sección de Medio Oriente del MI5, reveló que su agente en Jerusalén había recibido información de que “los grupos Irgún y Stern habían decidido enviar cinco células a Londres” y que habían “entrenado a miembros selectos para asesinar a una destacada personalidad británica”. “Varias veces se hizo especial referencia al señor Bevin”, agregó.

“Ataques preventivos”

Irgún fue fundado en 1937 como respuesta a la revuelta palestina que estalló en 1929, después que los británicos rechazaran demandas árabes de independencia plena y reafirmaran su compromiso con la creación de una patria judía en Palestina. La revuelta no solo fue contra los británicos sino también contra los asentamientos judíos, que crecían aprisa como resultado de ese compromiso.
Irgún justificó su política de atentados contra la población árabe con el argumento de que eran “ataques preventivos”. Los métodos utilizados introdujeron, según el historiador israelí Benny Morris, “una nueva dimensión al conflicto”.
Morris explica: “Antes, algunos árabes (y con menos frecuencia, y generalmente en represalia, judíos) disparaban contra automóviles y peatones y ocasionalmente colocaban alguna granada que mataba o hería a algunos transeúntes o pasajeros. Entonces, por primera vez, se colocaron bombas en forma masiva en centros árabes atestados, y decenas de personas fueron asesinadas o mutiladas indiscriminadamente. Esta innovación pronto encontró imitadores árabes y se transformó en algo así como una tradición. Durante las décadas siguientes, las ferias callejeras, paradas de autobús, cines y otros edificios públicos de Palestina (y después, de Israel) se transformaron en blancos cotidianos, lo que dio un cariz brutal al conflicto” .
Entre los primeros miembros y líderes de Irgún se cuentan Avraham Stern, quien se destacaría en la historia del terrorismo israelí, y Yitzhak Shamir, futuro primer ministro de Israel.
En 1939, Irgún se volvió contra Gran Bretaña tras la publicación de un proyecto de ley gubernamental que proponía la limitación de la inmigración judía en Palestina. Así, el terrorismo que hasta entonces se había dirigido contra los árabes se extendió a las autoridades coloniales.
Sin embargo, en 1940 los líderes de la organización terrorista decidieron suspender su campaña contra los británicos para no debilitar el frente aliado contra la Alemania nazi. Esta decisión provocó un cisma en Irgún, cuyos miembros más radicales, encabezados por Stern y Shamir, formaron una organización terrorista rival llamada LEHI. Esta organización, mejor conocida como “la banda Stern”, continuó sin alteraciones su campaña de terror.

La conexión nazi

Al año siguiente, Stern estableció contacto con los nazis y propuso un pacto con Alemania contra Gran Bretaña. En su memorando a los nazis, afirmó que había “intereses comunes entre los diseñadores del Nuevo Orden en Europa [es decir, los nazis] y las aspiraciones nacionalistas del pueblo judío”.
El interés común era “la solución de la cuestión judía a través de la evacuación”. La banda Stern manifestó su pleno acuerdo con la opinión de los nazis de que “la evacuación de masas judías de Europa” era una “precondición para la solución de la cuestión judía”. Sin embargo, afirmó que “esto solo puede realizarse y completarse mediante el asentamiento de estas masas en la patria del pueblo judío, Palestina, y mediante la creación de un Estado judío dentro de sus fronteras históricas”. Por lo tanto, la banda se ofreció a “cooperar en la guerra del lado de Alemania” sobre esa base .
No está claro cuál fue la respuesta de los nazis a este ofrecimiento, pero la ofensiva terrorista de Stern no cesó. En noviembre de 1944, el grupo asesinó a Lord Moynes, ministro de Gran Bretaña para Medio Oriente, el funcionario británico de más alto rango en la región.

Colaboración en el terror

Tras la guerra, Irgún se sumó a la campaña de terror. El grupo había reanudado sus operaciones bajo el nuevo liderazgo de Menachem Begin (otro futuro primer ministro de Israel). En julio de 1946, Irgún voló el hotel Rey David de Jerusalén, sede de la administración militar y civil británica. El atentado mató a noventa y una personas, entre ellas británicos, árabes y judíos.
Pese a sus diferencias y rivalidad, Irgún y Stern no eran reacios a cooperar mutuamente en sus campañas de terror. La más infame de esas campañas conjuntas fue el ataque del 9 de abril de 1948 contra la aldea palestina de Deir Yassin. Tras matar a los residentes que huían de una casa a otra, los comandos de ambos grupos rodearon a los habitantes que quedaban y los masacraron a sangre fría. Más de cien niños, mujeres y ancianos murieron de esa manera.
Un antiguo comando de la banda Stern recordó: “Algunas personas fueron asesinadas de la manera más brutal. Un israelí tomó un pedazo de explosivo con un cable de quince segundos, lo adhirió a la cabeza de un anciano árabe, lo encendió y le ordenó al hombre que caminara. Diez pasos después, le explotó la cabeza. ¿Por qué hicieron esto? No soy psiquiatra, pero estaban frustrados. Querían pelear por Jerusalén” .
En 1982, el profesor Zvi Ankori, quien había comandado la fuerza que posteriormente ocupó la aldea, dijo a un grupo de veteranos de Irgún que volvieron a la escena de su crimen para conmemorar sus actividades allí: “Entré a seis o siete casas. Vi genitales mutilados y vientres de mujeres aplastados. A juzgar por las marcas de las balas en los cuerpos, fueron asesinatos” .
Esta atrocidad, que tuvo lugar a la vista del monumento conmemorativo de Yad Vashem al holocausto judío, tendría un efecto decisivo sobre el futuro de los palestinos. Fue el terror desatado en Deir Yassin el que provocó (y se proponía provocar) el éxodo palestino y el problema de los refugiados palestinos. “Este solo acontecimiento es uno de los más importantes de la historia palestina e israelí del siglo XX, no solo por sus dimensiones y brutalidad, sino porque marcó el inicio de la despoblación de más de cuatrocientas aldeas y ciudades árabes y la expulsión de más de 700.000 habitantes palestinos para dar lugar a las víctimas del holocausto y a otros judíos del resto del mundo” .
Aunque este acto de terror no acaparó titulares en la prensa internacional, el asesinato por Stern del conde Folke Bernadotte, un mediador designado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sacudió al mundo cinco meses después.
Designado por el Consejo de Seguridad de la ONU en mayo de 1948 para negociar una tregua entre fuerzas árabes e israelíes y trabajar por un acuerdo de paz, Bernadotte había salvado a miles de prisioneros judíos de campos de concentración nazi en 1945, cuando era presidente de la Cruz Roja sueca. Pero eso no lo salvó de la sentencia de muerte de Stern.
Su crimen fue sugerir, en el curso de su mediación, que Jerusalén debía ser incluido “como territorio árabe, con autonomía municipal para la comunidad judía”. Esto hizo que los sionistas lo acusaran de agente británico, y más específicamente, “un agente de Bevin”.

La “nueva visión imperial” de Bevin

Esto nos lleva a la cuestión de por qué los sionistas odiaban al canciller británico y por qué los terroristas judíos estaban dispuestos a asesinarlo. Bevin fue acusado varias veces de proárabe y antisionista. Su supuesta simpatía proárabe solo puede entenderse en el contexto de su evaluación de los intereses imperiales británicos en el mundo de posguerra.
Cuando asumió la cancillería en 1945 tras la victoria del Partido Laborista, Bevin planteó lo que un estudioso de su papel en ese período crítico llamó “una nueva visión imperial basada en la premisa de que Gran Bretaña era a la vez una potencia mundial y una potencia con obligaciones mundiales”.
Pese al evidente declive económico de Gran Bretaña, Bevin creía que su país podía rescatar sus intereses imperiales en el cambiado y cambiante mundo de posguerra. En su opinión, era crucial que Gran Bretaña preservara sus intereses económicos y estratégicos en Medio Oriente para que siguiera siendo una potencia mundial.
En este punto, el papel de Palestina era crucial. Estaba claro que Gran Bretaña ya no podría mantener su hegemonía ni sus soldados y bases en Egipto, en vista de la creciente ola de anticolonialismo en ese país. Palestina ofrecía entonces la única alternativa. “Solo Palestina podría funcionar como base sustituta, servir como salvavidas al nuevo imperio británico ‘informal’ y funcionar como centro de la hegemonía británica en la región” .
En suma, para que Medio Oriente siguiera bajo el ámbito de influencia de Gran Bretaña, esta potencia necesitaría la cooperación y amistad de gobernantes árabes de la región. Esto significaba que Gran Bretaña no podría enemistarse con los árabes, en especial con los palestinos. Sin embargo, eso es precisamente lo que lograrían las medidas británicas tendientes a convertir a Palestina en un Estado judío. “Si los judíos lograban establecer un Estado independiente, esto amenazaría una paz duradera en Medio Oriente y por tanto arruinaría sus planes (de Bevin) de una Pax Británica basada en una serie de alianzas con países árabes” .
Esto no significa que Bevin fuera insensible a los problemas de los judíos, especialmente los desplazados por la política racista de Hitler. Sin embargo, no podía aceptar el argumento sionista de que crear un Estado judío a expensas de los árabes palestinos era toda la solución al problema. El problema de los refugiados judíos era mundial, y aunque Palestina debía abrirles sus puertas, también debían hacerlo Europa y Estados Unidos.
En este sentido, le enfureció la actitud de Estados Unidos ante el problema. El gobierno estadounidense, influido y presionado por el poderoso grupo de presión judío (y el enorme electorado judío de Nueva York), promovía la admisión de judíos en Palestina, pero no estaba dispuesto a aceptar más refugiados de esa colectividad. En un momento de exasperación, Bevin pronunció las siguientes palabras, que le valieron el odio de los sionistas de Estados Unidos: “Ha habido agitación, particularmente en Nueva York, para radicar a 100.000 judíos en Palestina. Espero que no se me malinterprete en Estados Unidos si digo que esta propuesta se debe a la más sencilla de las razones: no quieren demasiados judíos en Nueva York” .
Ahora que Estados Unidos encabeza la “guerra contra el terrorismo”, es pertinente destacar que muchos sionistas estadounidenses respaldaron “el terrorismo de Sión”. Algunos incluso declararon abiertamente su admiración por los terroristas y aplaudieron sus actos de terror.
En una “Carta a los terroristas de Palestina” publicada en The Herald Tribune de Nueva York, Ben Hecht, un famoso guionista de Hollywood, expresó: “Los judíos de Estados Unidos están con ustedes. Ustedes son sus paladines. Ustedes son su sonrisa. Ustedes son la pluma de sus sombreros. Ustedes son la primera respuesta que tiene sentido para el Nuevo Mundo. Cada vez que hacen explotar un arsenal británico, destruyen una cárcel británica, vuelan por los aires un tren británico o asaltan un banco británico, o atacan con sus armas y bombas a los traidores e invasores británicos de sus tierras, los judíos de Estados Unidos tienen una pequeña fiesta en su corazón” .
Hoy en día sería inconcebible tal glorificación del terror en las columnas de un periódico del sistema. La publicación en un diario occidental de una “Carta a Hamas” que aplaudiera su decisión de atacar “con sus armas y bombas” a los “invasores de sus tierras” no solo provocaría indignación moral, sino que haría caer sobre los autores de la carta todo el peso de la ley. El hecho es que, después del 11 de setiembre de 2001, la glorificación del terrorismo se transformó en delito en muchos países.
Los intentos por demostrar la hipocresía de la actual campaña sionista contra Hamas señalando el pasado terrorista del sionismo provocaron una respuesta previsible. En referencia a las últimas revelaciones de los archivos del MI5, Lord Bethell, autor de The Palestine Triangle, comentó: “Los sionistas se enojarían mucho si se los comparara con los terroristas de ahora... Dirían que estaban en guerra con los británicos y que se comportaron bien, de acuerdo con las reglas del marqués de Queensberry. Dirían que no atacaron a civiles” .
Sin embargo, atrocidades como la de Deir Yassin dejan en evidencia la mentira de que los civiles no eran blanco del terrorismo sionista. Aunque tales afirmaciones no resisten el menor análisis, un argumento más ingenioso dice que Irgún y Stern eran grupos marginales que no representaban de modo alguno al sionismo ni a las Fuerzas de Defensa de Israel o las Fuerzas de Defensa de Israel (y su predecesora, la banda Haganá). Se afirma que estos grupos no practicaron el terrorismo.
Lamentablemente para los sionistas, tampoco este argumento resiste el menor análisis. Es bastante claro, pese a los esfuerzos de historiadores sionistas por reescribir la historia, que por ejemplo Haganá formó parte de la decisión de hacer volar el hotel Rey David y que participó en el ataque a Deir Yassin. En ambos casos, los principales líderes de Haganá decidieron desvincularse de la carnicería cuando se volvió claro que las consecuencias políticas serían muy costosas.
Además, en los últimos años, algunos hallazgos de historiadores israelíes han confirmado lo que los palestinos sostuvieron por largo tiempo: que hubo otras masacres además de la de Deir Yassin. Benny Morris descubrió, a partir de archivos sobre las Fuerzas de Defensa de Israel desclasificados más recientemente, que en 1948 ese grupo y Haganá participaron al menos en otras veintitrés masacres. Las peores fueron las de Lod (unos doscientos cincuenta muertos), Dawayima (cientos), Saliha (setenta a ochenta) y Abu Shusha (setenta). Pero, como señala Morris, ésta no es la historia completa, porque todavía quedan por abrir la mayoría de los archivos .

“Transferencia”

En conclusión, la finalidad de esa campaña de terror no era menos censurable que el terror en sí mismo. El objetivo era la “transferencia”, un eufemismo utilizado por los sionistas en alusión al traslado de la población indígena de Palestina hacia países vecinos para dar lugar a colonos judíos. En otras palabras, se trataba de una limpieza étnica.
Es importante señalar que este concepto de “transferencia” no solo era un artículo de fe para el sector extremista del sionismo. Al contrario, “fue adoptado por casi todos los grupos de opinión, desde la derecha revisionista hasta la izquierda laborista”, observó Nur Masalha en su obra clásica sobre el concepto de transferencia. “Casi todos los padres fundadores y líderes importantes del sionismo lo apoyaban y promovían de una u otra forma” .
Fue el consenso nacional sobre la cuestión de la “transferencia” lo que hizo posible la acción concertada en la guerra de 1948 para expulsar masivamente a los palestinos de sus tierras. En suma, los principales líderes sionistas no fueron menos culpables que Irgún y Stern por la creación del Estado de Israel sobre la base del terrorismo y la limpieza étnica. Si consideramos que los líderes sionistas que perpetraron esos asesinatos y actos de violencia (incluso la matanza de mujeres y niños) nunca rindieron cuentas por ello, sino que por el contrario fueron honrados con los más altos cargos del nuevo Estado, podemos concluir que los actuales líderes israelíes actúan con hipocresía al condenar a Hamas como organización terrorista. En lugar de continuar su política de ocupación de tierras y provocar más terror y represión contra los palestinos, harían mejor en intentar un diálogo con Hamas, sin condiciones previas, por difícil que sea.

viernes, 12 de octubre de 2012

La Obra de Kropotkin.


Ya indiqué que el grueso de la producción del revolucionario ruso vio la luz de una manera fragmentaria, o sea, en forma de estudios sueltos, que luego se recopilaban en tomos, y también como conferencias o discursos, que después se imprimían como opúsculos o folletos. Toda esta labor de propaganda es la que aquí principalmente importa. Pero no he dejado de advertir que, al margen de ella, Kropotkin se distinguió por no pocas aportaciones científicas, que le dieron una gran autoridad en el mundo sabio.
Durante sus cuarenta años de destierro en la Europa occidental, Kropotkin vivió de lo que le producía su colaboración en varios periódicos científicos, principalmente ingleses.
Fueron, sobre todo, la geología y la geografía las ciencias que despertaron su actividad investigadora. Uno de sus descubrimientos más interesantes concierne al período glacial. Algunos geólogos de su época admitían dos períodos glaciales, uno terciario y otro cuaternario. Otros contaban dos períodos glaciales en la época terciaria y aun tres, no dudando que la era paleozoica tuviera asimismo los suyos. Kropotkin, cotejando temple con temple, reconoció que ciertos climas no consintieron períodos glaciales, al menos, constantes. Pero demostró que, en los tiempos prehistóricos, toda la Europa septentrional estuvo sepultada bajo los hielos. El mioceno presenció innumerables nevascas, que cubrieron la Escandinavia entera, la Escocia y el centro de Francia, y acabó con una riquísima vegetación, que dió al través con gran parte de la fauna europea: mastodontes, carnívoros y rumiantes, y si hombres vivieran, habríalos igualmente exterminado, si ya no hubiesen emigrado a otros países. Pero ciertos sabios recibían dos períodos glaciales, uno a fines del terciario y otros a fines de! cuaternario, y querían que entremedias viniese al mundo el hombre y morase entre los grandes mamíferos.
Kropotkin echó por tierra esta hipótesis, probando que e! hombre vino al mundo antes del período glacial, que convirtió a toda la Europa septentrional en una inmensa nevera, y que no desapareció hasta la época postglacial o moderna.
En realidad, no hubo tal período, sino varias formaciones glaciales casi ininterrumpidas y correspondientes a la precesión de los equinoccios y a las variaciones de la eclíptica.
Repetidas veces y en serie permanente coincidió el afelio con el solsticio de invierno, apoderándose del globo los fríos desoladores y mortales, mas no de suerte que acabasen con todos los hombres, puesto caso que a vueltas de ellos perecieron innúmeros animales.
Los hombres fueron poderosos para sobrellevar heroicamente, y gallardamente contrastar las heladas y las crudezas de aquellos fríos, que consumieron a los grandes paquidermos.
Teoría sencilla y original que dió solución armónica a uno de los más obscuros problemas geológicos relacionados con la paleontología, y guiado por la cual, y asesorado por observaciones prolijas personales y directas,
Kropotkin rectificó y corrigió más tarde el mapa del Asia del Norte, lo que le valió la gratitud oficial de la Academia de Ciencias de París.
Aun dentro del terreno sociológico, Kropotkin publicó trabajos que sólo tienen referencias lejahas con sus doctrinas anarquistas. No sólo estudió con perfecta objetividad científica cuestiones atañederas al cultivo intensivo, al trabajo manual y al sistema industrial, sino que presentó una sugestiva reconstrucción histórica del clan primitivo, que excluye en unos puntos, y que modifica en otros, las teorías más comúnmente recibidas en la sociología moderna.
En las sociedades humanas, y en las mismas sociedades animales, los individuos saben poner obstáculos a la superpoblación y realizar adaptaciones que eviten la competencia.
Las tribus primitivas hubieron de sufrir una evolución gradual y penosa antes de organizarse en gentes o en clanes, y otra no menos dilatada antes de agruparse en familias. La tribu, no la familia, fue la primera forma de la vida social. Las primeras sociedades humanas fueron simplemente un desarrollo ulterior de las hordas prehistóricas.
En el interior de la tribu, todo es común, las porciones de alimento se dividen entre sus miembros, y si el salvaje está solo en los bosques, no comenzará a comer sin antes haber dirigido, en alta voz y por tres veces, una invitación a compartir su vianda a cuantos pudieren oírle. La regla de cada uno para todos ha sido soberana mientras la familia separada no ha roto la unidad tribal. Pero esta regla no se extiende a las tribus o clanes vecinos, ni siquiera en caso de federación para protegerse mutuamente.
Toda tribu o clan constituye una asociación independiente y sometida a un régimen distinto del de los similares grupos próximos. La aparición de la familia en el seno del clan quebranta necesariamente la solidaridad establecida, por cuanto significa bienes separados y acumulación de riquezas. Pero los salvajes subsanan estos inconvenientes creando instituciones comunales, en virtud de las cuales las masas de hombres se esfuerzan por mantener la consistencia del clan, a despecho de los agentes que trabajan para destruirla.
Las cualidades sociales de los primitivos son superiores a las de los civilizados, según Kropotkin, quien procura explicar de un modo serio y científico aun aquellas costumbres de los primeros (infanticidio, parricidio, canibalismo, venganza de sangre, etc.), que más chocan con nuestra moral, pero que tienen su razón, y que encuentran su ley de conducta, en una multitud de reglas de conveniencia no escritas, que son fruto de la experiencia común sobre lo que es bien y sobre lo que es mal, es decir, ventajoso o perjudicial para la tribu.
Sin la identificación de su propia existencia con la de ella, el hombre primitivo no se hubiera sobrepuesto a la dura lucha que sus necesidades le imponía, y nuestra especie no habría alcanzado jamás el nivel a que ha llegado. Criterio profundo y justo, por el que Kropotkin acabó para siempre. en sociología, con los errores románticos que legara e inoculara a esta ciencia la superficial filosofía del siglo XVIII.
No diré otro tanto de sus opiniones económicas, jurídicas y políticas, las cuales se hallan esparcidas casi todas por profusión de rapports, pequeños escritos y artículos de revista. Los que entre 1879 y 1883, aparecieron en Le Révolté, publicación periódica de Ginebra, los reunió Reclus, en 1885 y en un volumen, bajo el título de Paroles d'un révolté, que es una de las obras más populares de Kropotkin. Poco antes (1877 y 1878), había recogido una serie de materiales históricos para una obra acerca de los orígenes de la Revolución Francesa, obra que no terminó nunca, limitándose a aprovechar dichos materiales, cuando se le presentaba ocasión oportuna, en sus libros de propaganda (1). Ya desde entonces nos había prometido Kropotkin completar sus trabajos de crítica con producciones doctrinales, y así lo hizo, en 1888, con Les prisons y con La conquéte du pain; en 1890, con The anarchist communism; en I891, con La morale anarquiste; en 1892, con los Revolutionary studies y con L'anarchie dans l'évolution socialiste; en 1893, con Un siecle d'attente y con Fields, factories and workshops; en 1894, con Les temps nouveaux, en 1896, con Philosophie et idéal de l'anarchie; en 1899, con L'Etat et sa mission historique (2); en 1902, con The mutual aíd; en 1910, con Le terreur en Russie.
Fue aquél el buen tiempo de la fama y de la nombradía de Kropotkin, el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo en las capas de la burguesía culta, pero a la vez el ídolo adorado por las muchedumbres anarquistas, y cuyas obras, escritas unas veces en francés y otras en inglés, eran inmediatamente traducidas a todos los idiomas, y repetidamente editadas en todas las naciones de Europa y de América. Ni fueron escasos los estudios que sobre la personalidad y sobre la labor de Kropotkin aparecieron durante el mismo período.
Sellers, en Inglaterra; Demolins y Wyzewa, en Francia; Brandés, en Dinamarca; Daniels, Dunin-Borkowski, Hodlaender, Küchling, Laurentius, Oppenheimer, Penzing, Ries, Schardt y Thun, en Alemania; Landauer, en Austria; Roberto y Zoccoli, en Italia, y Ely, Johson y Limedorfer, en los Estados Unidos, analizaron, en monografías y en revistas, la característica individual de Kropotkin, y expusieron cuidadosamente su sistema social.
Y, antes de meterme en la entraña de este sistema, apuntaré, de pasada, que, si fuera ruindad estúpida negar a Kropotkin su muchísima competencia en ciencias físicas y naturales, y su indiscutible cultura en ciencias morales y políticas, también hay que confesar que la filosofía que extrajo de las últimas, sobre todo en la parte económica, es una filosofía de paja.
En simplismo e incomprensión, sobrepuja todos los límites de lo concebible. Cada vez que ahonda una cuestión de economía política, Kropotkin no dice más que ñoñeces o monstruosidades, por las que no se dejaría engañar un estudiante de esa ciencia.
Los socialistas cultos han sido los primeros en revelarlas, conscientes de su nadería, y persuadidos de que los radicalismos grosso modo comprometen la causa obrera. Por eso, no llamaré a Kropotkin un epígono de Proudhon, como han hecho muchos.
Proudhon, como lo indica el título mismo de su libro más célebre, presentaba lealmente las contradicciotWs económicas que a la producción acompañan, las contrastaba dialécticamente, y, después de considerarlas como antítesis de su tesis libertaria, tendía a alcanzar su síntesis anarquista.
Kropotkin, al revés, no quiere oír hablar de contradicciones económicas, las mira como preocupaciones de sofistas sociales, y llega de buena fe a un optimismo candoroso con respecto a lo futuro, creyendo que transmite a los hombres la palabra supremamente verdadera, única y definitiva.