jueves, 26 de noviembre de 2020

Romance para una niña triste - Yoli Rotenberg



María yace en la cama

-un triste camastro viejo-

y sus ojos ya se niegan

a dejar volar los sueños.

A menudo, por las noches

mientras reposa su cuerpo,

María se va volando


por la ventana del viento…


para tejer fantasías…

para imaginar un cuento…

para que nunca el dolor

siga azotando sus huesos.

María sueña despierta

con un vestido de flecos

y en vez de estar en el campo

se ve de pronto en el pueblo

riendo con otras niñas

peinado su pelo crespo

dando vueltas por la plaza

para ver a su moreno…

Pero nada modifica

ese destino tan cruento

mañana hay que trabajar

sin quejas y sin remedio

aunque no aguante su cuerpo

aunque el dolor la torture

y la envuelva siempre el miedo

que a la noche su padrastro

regrese de nuevo ebrio

e intente como otras veces

manosear su flaco cuerpo.

María trabaja duro

lava, limpia, con esmero

la casa de sus patrones

desde aquel día de duelo

en que su madre al parir

se fue derechito al cielo.

Ahí quedaban sus hermanos

los tres eran muy pequeños

María dejó la escuela

pues debió encargarse de ellos

Pero no fue suficiente

También la casa del dueño

le tocaba refregar

para pagar su sustento.

Y allí , entonces, sin su mama

se convirtieron en huecos

los sueños que cobijaba

de ser como su maestro,

de estudiar hasta que un día

pueda mostrar su cuaderno

orgullosa de leer

y capaz, escribir versos…

María siente sus párpados,

que el cansancio vuelve quietos,

como se van deslizando

junto con todos sus sueños.

Y piensa porque la muerte

acortó cruel a su tiempo…

porqué con sus quince años

-si dicen que Dios es bueno-

le tocaba este castigo

que quemaba como el fuego.

Afuera ya está lloviendo

resuena fuerte algún trueno,

y María se adormece

en un espacio que es tenso .

La tristeza ya se adueña

de sus tristes pensamientos

porque a tantas ilusiones

las borró un presente huero.

Un presente sin futuro,

sin estudio, sin moreno

que entre sus brazos la apriete

y le otorgue su consuelo.

Sus hermanitos dormidos

y María, como un ciego,

va palpando ese dolor

que ya no tiene remedio.


Yoli Rotenberg