martes, 10 de abril de 2018

Los que ya no son me lo exigen
Sí, son las voces,
De los mudos,
Que vaya por ellos
Por esos que los callaron
Que no haya ni perdón ni olvido,
Hasta lo eterno
Ni perdón ni olvido
Hasta lo eterno


martes, 3 de abril de 2018

EMILE CIORAN, BREVIARIO DE PODREDUMBRE (FRAGMENTO)


Me seducen las distancias lejanas, el inmenso vacío que proyecto sobre el mundo. Crece en mí una sensación de vacío: se infiltra en mi cuerpo un fluido ligero e impalpable.
En su avance, como dilatación hasta el infinito, siento la presencia misteriosa de los sentimientos más contradictorios que ha acogido jamás el alma humana.
Soy feliz e infeliz a la vez.
Estoy exaltado y deprimido, desbordado por ese placer y la desesperación en la más  contradictoria de las armonías.
Estoy tan alegre y tan triste que en mis lágrimas se reflejan el cielo y la tierra al mismo tiempo.
Aunque sea solamente por la alegría de mi tristeza, quería que no hubiera más muerte en esta tierra. 

POEMA DE UNA TARDE DE DOMINGO. Diego A Martínez

Poema de una tarde de domingo

Empiezo a acostumbrarme a la agonía.

Respiro,
camino,
existo,
coexisto.

Las horas deslizan como sombras
en la extensión del día
—de los días—.

Y la muerte me mira
desde los espejos.
Y las estatuas arden bajo el calor del sol.
Y ya no hay esperanza para algunos
que bajaron sus armas
ante el grito del mundo,
de la vida.

Hay un ciento de voces
dentro de mi cabeza
que intentan darme luz.

Mi propia libertad
a terminado
por encarcelarme.
No puedo ver el tunel.
Soy un ciego.

Y siento que hay algunas compañías
que nos hacen sentir
mucho más solos.

Que me pica el recuerdo
en ese punto exacto
donde en algún momento
tuvo cupo el olvido.

Que la paz es un sitio
que no nos pertenece
y el amor
una guerra
que nunca se termina.

Que siempre se me olvida
como demonios ser,
porque yo soy el pájaro,
y a la vez
soy
la jaula.

—Diego A Martínez.

Franz Kafka Fragmento:

«Si el libro que estamos leyendo no nos obliga a despertarnos como un mazazo en el cráneo, ¿para qué molestarnos en leerlo? ¿Para que nos haga felices, como dices tú? Cielo santo, ¡seríamos igualmente felices si no tuviéramos ningún libro! Los libros que nos hacen felices podríamos escribirlos nosotros mismos si no nos quedara otro remedio. Lo que necesitamos es libros que nos golpeen como una desgracias dolorosa, como la muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, libros que nos hagan sentirnos desterrados a las junglas más remotas, lejos de toda presencia humana, algo semejante al suicidio. Un libro debe ser el hacha que quiebre el mar helado dentro de nosotros. Eso es lo que creo». Franz Kafka.