martes, 30 de septiembre de 2014

"Lo pretérito encerrado en la trastienda de tus ojos; dame doble ración de olvido y de miseria, para llevar, siempre. Hemos llegado aquí porque la policía fue más lenta, porque la sangre ardía y el corazón siempre estuvo al tanto del ritmo de las aceras. ¿No te acuerdas? No, no te acuerdas porque tú no estabas. O si estabas, pero corrías más deprisa. Que tiempos aquellos tan confusos, tan desordenados que no tienen espacio en la cronología; que tiempos tan cercanos, pero tan enterrados que quizás no fueron. O sí, ya no estoy seguro. Entonces era inflamable la basura y los vidrios volátiles como ginebra derramada al sol del verano, era rauda la pintura y la cola se extendía sobre verdades dolorosas y epitafios en carne viva. ¿De verdad no lo recuerdas? Sí lo recuerdas, aunque ya no quieras. Las noches eran eternas y, como lobos, caminábamos bajo la luna, aullando en silencio al azul de una luna muerta a ras de suelo. Hijos adoptivos del humo negro y de las gargantas ardientes, de los pechos azotados por la huida; éramos lo que queríamos ser, aspirantes a la nada, opositando a una plaza fija en la Finca de Tabladiello. Y sí que te acuerdas.

Aprendimos la rebeldía tan pronto, que la aprendimos bien. Que al animal que no ha sido domado no le da comodidad cambiar de amos, que no era cambiar de Fe lo que mataba a los dioses. Pronto se quedaron cortas las cadenas, pronto para tanta ansia de vida; no podías acariciar la libertad sentado en un pupitre, ni ser pupilo de la mediocridad de mentes de plomo. Si alguna vez hincamos la rodilla, fue para encajar los golpes, para elevarnos otra vez a recoger el siguiente, para encender el odio en las tripas y aplacarlo con lágrimas más tarde. No hubo jamás golpe más doloroso que el engaño y era engaño lo que habitaba en las palabras, por eso nos quedamos en silencio y aguardamos nuestro turno, primero esperanzados, más tarde coléricos y ahora ahogados entre suspiros, más rabiosos que todas las iras sintéticas de la era del marketing. Y lo recuerdas, porque eso no se olvida. Y con los años, mientras el tiempo nos consume, todos los agravios se van atrincherando en las arrugas, las humillaciones van mellando la sonrisa y la ira va abriendo camino a la tristeza. Triste vereda. Ya no hay vaso tan profundo para ahogar la pena, no hay quien ilumine estos párpados cerrados, que contienen los abismos, que ya lo han visto todo varias veces. 

Las incógnitas fueron despejadas, pero no quisimos hacer nada, anhelamos volar muchas veces, pero nos parapetamos tras la cama y, ahora, entre mandíbulas confusas y bocas secas, entre huesos polvorientos y hojas de tinta difuminada; con barriles de pólvora apelmazada, armas roñosas y espadas estragadas; ahora... hablamos sin guardar una palabra, cada texto es una nota de suicidio porque no hay mañana. Hemos enterrado las armas, pero sabemos dónde, hemos ignorado todos los avisos y habitamos al margen, en la sombra. No hemos aprendido, porque sabíamos que la victoria era ser nosotros, por encima de cualquier cosa. La letra no entró con sangre, pero con sangre sale; salvaje. Cuando vengan a ponernos el yugo, se llevarán una sorpresa, como en los viejos tiempos. Sé que no lo has olvidado..."

jueves, 4 de septiembre de 2014

SALA DE PSICOPATOLOGÍA. Alejandra Pizarnik

Después de años en Europa
Quiero decir París, Saint-Tropez, Cap
St. Pierre, Provence, Florencia, Siena,
Roma, Capri, Ischia, San Sebastián,
Santillana del Mar, Marbella,
Segovia, Ávila, Santiago,
            y tanto
            y tanto
            por no hablar de New York y el del West Village con rastros de muchachas estranguladas
          -quiero que me estrangule un negro -dijo
          -lo que querés es que te viole -dije (¡oh Sigmund! con
vos se acabaron los hombres del mercado matrimonial que frecuenté en las mejores playas de Europa)
   y como soy tan inteligente que ya no sirvo para nada,
   y como he soñado tanto que ya no soy de este mundo,
   aquí estoy, entre las inocentes almas de la sala 18,
   persuadiéndome día a día
  de que la sala, las almas puras y yo tenemos sentido, tenemos destino,
  -una señora originaria del más oscuro barrio de un pueblo que no figura en el mapa dice:
  -El doctor me dijo que tengo problemas. Yo no sé. Yo Tengo algo
aquí (se toca las tetas) y unas ganas de llorar que mama mía.
   Nietzsche: «Esta noche tendré una madre o dejaré de ser.»
   Strindberg: «El sol, madre, el sol.»
   P. Eluard: «Hay que pegar a la madre mientras es joven.»
   Sí, señora, la madre es un animal carnívoro que ama la vegetación
lujuriosa. A la hora que la parió abre las piernas, ignorante del sentido
de su posición destinada a dar a luz, a tierra, a fuego, a aire,
   pero luego una quiere volver a entrar en esa maldita concha,
   después de haber intentado nacerse sola sacando mi cabeza por mi
útero
   (y como no puede, busco morir y entrar en la pestilente guarida de la oculta ocultadora cuya función es ocultar)
   hablo de la concha y hablo de la muerte,
   todo es concha, yo he lamido conchas en varios países y sólo sentí
orgullo por mi virtuosismo -la mahtma gandhi del lengüeteo, la Ein-
stein de la mineta, la Reich del lengüetazo, la Reik del abrirse camino
entre pelos como de rabinos desaseados -¡oh el goce de la roña!
   Ustedes, los mediquitos de la 18 son tiernos y hasta besan al leproso, pero
   ¿se casarían con el leproso?
   Un instante de inmersión en lo bajo y en lo oscuro,
   sí de eso son capaces,
   pero luego viene la vocecita que acompaña a los jovencitos como
ustedes:
   -¿Podrías hacer un chiste con todo esto, no?
   Y
   sí,
   aquí en el Pirovano
   hay almas que NO SABEN
   por qué recibieron la visita de las desgracias.
   Pretenden explicaciones lógicas los pobres pobrecitos, quieren que
la sala -verdadera pocilga- esté muy limpia, porque la roña les da terror, y el desorden, y la soledad de los días habitados por antiguos fantasmas emigrantes de las maravillosas e ilícitas pasiones de la
infancia.
   Oh, he besado tantas pijas para encontrarme de repente en una sala
llena de carne de prisión donde las mujeres vienen y van hablando de
la mejoría.
   Pero
   ¿qué cosa curar?
   Y ¿por dónde empezar a curar?
   Es verdad que la psicoterapia en su forma exclusivamente verbal es
casi tan bella como el suicidio.
   Se habla.
   Se amuebla el escenario vacío del silencio.
   O, si hay silencio, éste se vuelve mensaje.
   -¿Por qué está callada? ¿En qué piensa?
   No pienso, al menos no ejecuto lo que llaman pensar. Asisto al inagotable fluir del murmullo. A veces -casi siempre- estoy húmeda. Soy una perra, a pesar de Hegel. Quisiera un tipo con una pija así y cogerme a mí y dármela hasta que acabe viendo curanderos (que sin duda me la chuparán) a fin de que me exorcisen y me procuren una buena
frigidez.
   Húmeda.
   Concha de corazón de criatura humana,
   corazón que es un pequeño bebé inconsolable,
   «Como un niño de pecho he acallado mi alma» (Salmo)
   Ignoro qué hago en la sala 18 salvo honrarla con mi presencia
prestigiosa (si me quisiera un poquito me ayudarían a anularla)
   oh no es que quiera coquetear con la muerte
   yo quiero solamente poner fin a esta agonía que se vuelve ridícula a
fuerza de prolongarse,
   (Ridículamente te han adornado para este mundo -dice una voz
apiadada de mí)
   Y
   Que te encuentres con vos misma -dijo.
   Y yo dije:
   Para reunirme con el migo de conmigo y ser una sola y misma entidad con él tengo que matar al migo, para que así se muera el con y, de este modo, anulados los contrarios, la dialéctica suplicante finaliza en
la fusión de los contrarios.
   El suicidio determina
   un cuchillo sin hoja
   al que le falta el mango.
   Entonces:
   adiós sujeto y objeto,
   todo se unifica como en otros tiempos, en el jardín de los cuentos para niños lleno de arroyuelos de frescas aguas prenatales,
   ese jardín es el centro del mundo, es el lugar de la cita, es el espacio vuelto tiempo y el tiempo vuelto lugar, es el alto momento de la fusión y del encuentro,
   fuera del espacio profano en donde el Bien es sinónimo de evolución de sociedades de consumo,
   y lejos de los enmierdantes simulacros de medir el tiempo mediante relojes, calendarios y demás objetos hostiles,
   lejos de las ciudades en las que se compran y se vende (oh, en ese jardín para la niña que fui, la pálida alucinada de los suburbios malsanos por los que erraba del brazo de las sombras: niña, mi querida niña que
no has tenido madre (ni padre, es obvio)
   De modo que arrastré mi culo hasta la sala 18,
   en la que finjo creer que mi enfermedad de lejanía, de separación
de absoluta NO-ALIANZA con Ellos
   -Ellos son todos y yo soy yo-
   finjo, pues, que logro mejorar, finjo creer a estos muchachos de buena voluntad (¡oh, los buenos sentimientos!) me podrán ayudar,
   pero a veces -a menudo- los recontraputeo desde mis sombras interiores que estos mediquillitos jamás sabrán conocer (la profundidad,
cuanto más profunda, más indecible) y los puteo por que evoco a mi amado viejo, el Dr. Pichon R., tan hijo de puta como nunca lo será ninguno de los mediquitos (tan buenos, hélas!) de esta sala,
   pero mi viejo se me muere y éstos hablan y, lo peor, éstos tienen cuerpos nuevos, sanos (maldita palabra) en tanto mi viejo agoniza en la miseria por no haber sabido ser un mierda práctico, por haber afrontado el terrible misterio que es la destrucción de un alma, por haber hurgado en lo oculto como un pirata -no poco funesto pues las monedas de oro del inconsciente llevaban carne de ahorcado, y en un recinto lleno de espejos rotos y sal volcada-
   viejo remaldito, especie de aborto pestífero de fantasmas sifilíticos, cómo te adoro en tu tortuosidad solamente parecida a la mía,
   y cabe decir que siempre desconfié de tu genio (no sos genial; sos un saqueador y un plagiario) y a la vez te confié,
   oh, es a vos que mi tesoro fue confiado,
   te quiero tanto que mataría a todos estos médicos adolescentes para darte a beber de su sangre y que vos vivas un minuto, un siglo más,
   (vos, yo, a quienes la vida no nos merece)

   Sala 18
   cuando pienso en laborterapia me arrancaría los ojos en una casa en ruinas y me los comería pensando en mis años de escritura continua,
   15 ó 20 horas escribiendo sin cesar, aguzada por el demonio de las analogías, tratando de configurar mi atroz materia verbal errante,
   porque -oh viejo hermoso Sigmund Freud- la ciencia psicoanalítica se olvidó la llave en algún lado: 
   abrir se abre
   pero ¿cómo cerrar la herida?

   El alma sufre sin tregua, sin piedad, y los malos médicos no restañan la herida que supura.
   El hombre está herido por una desgarradura que tal vez, o seguramente, le ha causado la vida que nos dan.
   «Cambiar la vida» (Marx)
   «Cambiar el hombre» (Rimbaud)
   Freud:
   «La pequeña A. está embellecida por la desobediencia», (Cartas...)

    Freud: poeta trágico. Demasiado enamorado de la poesía clásica. Sin duda, muchas claves las extrajo de «los filósofos de la naturaleza», de «los románticos alemanes» y, sobre todo, de mi amadísimo Lichtenberg, el genial físico y matemático que escribía en su Diario cosas como:
   «Él le había puesto nombre a sus dos pantuflas»
   Algo solo estaba, ¿no?
   (¡Oh, Lichtenberg, pequeño jorobado, yo te hubiera amado!)
   Y a Kierkegaard
   Y a Dostoyevski
   Y sobre todo a Kafka
   a quien le paso lo que a mí, si bien él era púdico y casto -«¿Qué hice del don del sexo?» -y yo soy una pajera como no existe otra;
   pero le pasó (a Kafka) lo que a mí:
   se separó
   fue demasiado lejos en la soledad
   y supo -tuvo que saber-
   que de allí no se vuelve

   se alejo -me alejé-
   no por desprecio (claro es que nuestro orgullo es infernal)
   sino porque una es extranjera
   una es de otra parte,
   ellos se casan,
   procrean,
   veranean,
   tienen horarios,
   no se asustan por la tenebrosa
   ambigüedad del lenguaje
   (No es lo mismo decir Buenas noches que decir Buenas noches)
   El lenguaje
   -yo no puedo más,
   alma mía, pequeña inexistente,
   decidíte;
   te la picás o te quedás,
   pero no me toques así,
   con pavura, con confusión,
   o te vas o te la picás,
   yo, por mi parte, no puedo más.

1971

   — POESÍA COMPLETA, Editorial Lumen, 2003, Barcelona, España., pp. 411-417



martes, 2 de septiembre de 2014

LA NIÑA DE LA TOSQUERA

 La foto es de Fernando Cattaneo (http://www.iravisual.com/). El texto es mío y acompañó a la fotografía en su exposición en la galería Limbo Arte Contemporáneo1069843_10200736628792695_1786211645_n
Mi cuerpo casa. El hogar que me debo y que me deben, el que me prometieron, a mí, a mi padre, a mi abuelo y a los que estuvieron antes. Mi cuerpo casa. Ese que espera. Que me espera. Que no espera, porque envejece y no llega la calma. Mi necesidad pintada en la mirada, camuflada en mi sonrisa, escondida en mis palabras, como salgan, con propiedad o sin propiedad. Mi cuerpo casa. Mi propiedad. Mi única propiedad, ¿me la respetará la vida?
Mi cuerpo calma. Calma en la mirada que se confunde con tristeza, o con alegría, a veces es tan difícil saber.  Mis ojos marrones de aguas profundas, aguas del Paraná, del país adentro, de marrón que lava los verdes, los celestes, los dolores. Marrón que me da de comer.
Llevo mi refugio a cuestas. Lo llevo conmigo. Piel de chapas que no me las pagó nadie, que no sé cuánto han de durar, que no me queda otra que llevar a cuestas. Viento, madera, chapa y esperanza resistirán lo que resista yo.
Nadie me ha de quitar mi cuerpo casa. Nadie podrá llevarse lo que guardo conmigo, porque me pertenece a pesar de todo. Nadie vale más que yo, me dijeron, pero mis manos dicen otra cosa. Mis manos chiquitas tienen muchos años más que yo. Mi mirada tiene muchos años más que yo. Las plantas de mis pies tienen muchos años más que yo. Porque yo soy símbolo, soy idea, soy viento que viene desde el pasado, trayendo en mí a cuantos antes de mí estuvieron. Mi cuerpo casa resiste el viento, la lluvia, el sol. Mi aliento, mis lágrimas, mi piel. ¿Cuánto tardarán en darme lo que es mío? ¿Es mío? ¿Llegué tarde?
En la piel los llevo a todos. Piel de madera suave. De jabón blanco que se confunde con el sol. Soy perfume de realidad alborotada, concisa, impertinente. Soy perfume que te penetra, que no quiere respetar más las mentiras que escapan de la boca del que me mira con lástima. Soy presente. Yo. Soy. Esto.
Mi cuerpo es el refugio, que me protege del mundo

Texto extraído de http://rosesmilton.wordpress.com