Caminaba por un prado de sueños,
sin mirar el camino,
quizá no había camino que caminar,
solo los sueños por los que caminaba,
entonces tropecé,
y me fui de bruces no contra los sueños,
sino contra la palabra realidad.
Caminaba por un prado de sueños,
sin mirar el camino,
quizá no había camino que caminar,
solo los sueños por los que caminaba,
entonces tropecé,
y me fui de bruces no contra los sueños,
sino contra la palabra realidad.
He aquí tus ojeras, dos alforjas de piel envejecida
Donde atesoras las imágenes de tus innumerables insomnios,
Tantas noches que ya carecen de cuenta, y son más bien
Cuentas de un rosario erótico y fúnebre,
Donde lo único que duerme es la nostalgia de lo que no fue
Ni será ya. Animal que no encuentra el sueño
Fuera de las píldoras azules, pero que tampoco revocan
Las imágenes que un Schiele masturbatorio
Convocarían para tu paradójica seducción lunar
En la fronda lacustre de cada noche en vela,
En las que elevas oraciones por el olvido de Cioran.
Pero no hay qué hacer, quizá pasear por el departamento desierto
En la noche sin sueño, Orfeo en un infierno baldío sin Ofelia,
Donde sólo puedes rescatar fantasmas.
Mujeres que no tuviste y abandonaste antes de poseerlas
En las puertas de la última página de tu ejemplar
Apócrifo de la Educación sentimental,
Y Flaubert no es una buena lectura para conciliar el sueño.
Sesenta y tantos años no son pocos, pesan, pasan, penan.
Y el sueño ahora se recoge como las mareas siguiendo el rostro
De la luna llena, argenta, y no te queda otra
Que adherirte como percebe a su porosidad.
Una quilla torcida y varada en la playa seca donde el Recalentamiento
De la tierra ha hecho de las suyas y siempre contra las tuyas.
Tristes, entonces, tus metáforas bajan sus bonos
En la retórica bursátil y la memoria, en franca quiebra
De imágenes dichosas.
Y la peste y la peste y la peste
Y mañana, no quiero reiterar, William, y mañana y mañana,
Tus palabras ya tan citadas.