Edmund Husserl, quien fuera a comienzos del siglo XX el fundador de la corriente filosófica conocida como Fenomenología dedicó toda su vida a tratar de erigir una ciencia sin supuestos. En este blog, que no es blog sino revista, pero que tampoco es revista sino blog, se nos pide que no partamos de ninguna premisa. El objetivo tanto de Husserl como de la revista que es y no es un blog y el blog que es y no es una revista tiene grabado en su misma estructura la esencia de su fracaso. Al igual que el ser humano no es lo que es y es lo que no es al mismo tiempo, la ausencia de supuestos y de premisas es en sí misma un supuesto y una premisa. La intrínseca convivencia de los opuestos es la textura misma del lenguaje de las ciencias, de la escritura y de la existencia. A nivel egológico el trastorno de bipolaridad constituye un ejemplo doloroso y grosero de la tensión heraclítea entre el arco y la lira, de la tragedia de una dialéctica que no logra superarse y del fracaso total y absoluto de la existencia.
Los límites de la narración de la experiencia subjetiva son claros. Como dice Sartre en La Náusea en la vida hay que elegir: vivir o contar. El único grado de verdad al que podemos acceder es al de la experiencia mientras es vivida. Esto quiere decir que todo lo que cuente de acá en más califica de falso. Sin embargo el estatuo epistémico de mi relato en primera persona carece por completo de relevancia: si la historia es narración, ¿qué hay en ello que no sea falso? El trastorno bipolar es la evidencia de la escisión de la subjetividad humana, de su incompletitud, de su incapacidad de cierre y de su perpetuo fracaso. Una persona bipolar vive en carne día a día lo que todas las filosofías posthumanistas teorizan en lenguaje barroco y ediciones de lujo. No hay permanencia, no hay un estado. No hay un yo que pueda decir: esta soy yo. El bipolar vive en cuerpo a cada segundo la herida narcisista que la historia de la humanidad comenzó a padecer cuando el decurso de la historia del pensamiento decretó que la subjetividad no era ya la piedra de toque de la realidad, el parámetro de la verdad y la objetividad del mundo. El bipolar pierde todo parámetro de realidad en torno a su personalidad y teme, constantemente, la pérdida del parámetro de realidad del mundo y de los otros, el coqueteo con lo psicótico es el fantasma que te recorre por dentro.
“Hoy tengo un día de lucidez mental y estabilidad emocional” fue la no-premisa a la base de esta entrada. “Aprovéchenme”. Aprovéchenme porque hoy estoy segura de ser quién soy. Pero mañana voy a estar segura de ser otra, y pasado otra. Un buen día le pregunté a mi terapeuta si alguna vez me iba a curar, si esto era pasajero, si iba a adquirir alguna vez otra estructura de personalidad. Como en el caso de Husserl, de esta revista que no es blog ni de este blog que no es revista y de la realidad humana en general el fracaso de la respuesta estaba grabado la estructura de la pregunta: ¿cómo poder cambiar la estructura de mi personalidad si ella misma se constituye, justamente, sobre una carencia de estructura? El trastorno bipolar es doloroso. Del mismo modo en que la verdad es dolorosa: constatar en carne propia que la subjetividad está escindida, que sobre ella nada estable se puede construir, que un día soy una y otro día soy otra para terminar siendo sub specie aeternitatisnada. La nada misma. Y lo que es más doloroso aún que todas las complicaciones empíricas que el trastorno bipolar te puede traer es saber que estás experimentando la verdad y, sin embargo, no poder contarla sin que se convierta en falsa. Sin que se convierta en otra.
Texto publicado en http://esrevista.wordpress.com
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