Sentada en el vagón me tapo la cara
para no ver las miradas sucias,
los ojos tristes,
las colas de artistas y mendigos que se forman en cada estación,
los dientes torcidos del bostezo,
el reflejo trágico,
el gesto torcido
y las caras de asco por el olor a personas,
demasiadas personas.
El metro se para de nuevo,
se abren las puertas,
aprovecho para respirar un poco y levanto la vista:
fue en esta estación y no puedo evitarlo,
he vuelto a mojarme al recordarlo.
Extraído de http://volianihil.blogspot.com/
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