La incidencia anarquista en la historia venezolana ha sido menos marcada que en otros lugares de Latinoamérica, donde se manifiesta vigorosamente a través de luchas colectivas, publicaciones, personajes y debate de ideas. Sin embargo, merece evocarse pues no ha dejado de tener influencia en nuestra evolución social y cultural.
Del Siglo XIX al primer tercio del XX, algunos intelectuales locales fueron simpatizantes o lectores tolerantes del anarquismo, pero sin nada parecido a un Flores Magón, Barret, Oiticica, González Prada u otros de sus exponentes conocidos en el pensamiento continental [Cappelletti 1990]. Los pocos que exploraron la senda libertaria apenas dejaron referencia escrita y luego optaron por el positivismo o el marxismo; sólo valdría mencionar a Pío Tamayo, que en la cárcel instruyó a jóvenes luchadores antigomecistas en el “socialismo de Bakunin y Marx”, hasta poco antes de morir en 1936 [Sananes 1987]. Considerando las luchas populares, historiadores de la Guerra Federal (1859/1863) -la mayor conmoción social en Venezuela entre la Independencia y la era petrolera- destacan la influencia que tuvieron Proudhon y el socialismo francés en Ezequiel Zamora, el General del Pueblo Soberano. El programa del federalismo zamorista es claro: “...horror a la oligarquía, libertad de hombres y tierras, igualación social”, expresando una intención radical que sólo se pudo detener con su asesinato [Brito Figueroa 1981].
A comienzos del Siglo XX, emigrantes anarcosindicalistas europeos contribuyeron a que la organización obrera asomara pese al atraso económico, social y cultural [Rodríguez 1993]. Esos esfuerzos -formación de mutuales y gremios, huelgas, propaganda, etc.- fueron algo más notorios al iniciarse la industria petrolera, pero la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908/1935) persiguió con saña toda actividad sindical, impidiéndole desarrollarse como en otras latitudes. Los escasos y acosados militantes sociales dentro del país intentaban con muchas dificultades hacerse de un pensamiento político, mientras la mayoría del exilio antigomecista era ajeno a influencias radicales. Entre la minoría, el atractivo en expansión del bolchevismo ruso resultó demasiado fuerte para que el anarquismo ganase adeptos. Cuando esa fracción marxista regresó tras la muerte del tirano, ocupó totalmente el campo de la izquierda, absorbiendo al puñado de lectores y discípulos clandestinos del ideal libertario, que estuvieron incluso entre los fundadores del Partido Comunista de Venezuela (1936) y Acción Democrática (1941), partidos que controlaron el proceso de organización política de masas en el período posterior. Adicionalmente, la represión anti-anarquista tenía rango constitucional y se instrumentó en la llamada “Ley Lara”, vigente entre 1936/1945.
En los años 40 y 50 llegaron muchos exilados anarquistas ibéricos, que afrontaron no sólo el peso de la derrota en la Guerra Civil Española, sino un medio adoptivo donde sus ideas eran vistas como extrañas. La perentoria necesidad de subsistir y tener que adecuarse al ambiente de cerril autoritarismo fueron obstáculos adicionales para dificultar la organización de potenciales simpatizantes criollos; sin embargo, se hicieron esfuerzos palpables, particularmente tras 1958 al finalizar 10 años de dictadura militar, cuando se estableció la Federación Obrera Regional Venezolana (FORVE) -afiliada a la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT-IWA), agrupación mundial anarcosindicalista fundada en 1922-, se formaron algunos grupos específicos, se editaron publicaciones periódicas, folletos y libros, pero poco de esta actividad trascendió fuera de los círculos más concientizados de emigrantes peninsulares [Montes De Oca 2008].
La oleada de impugnación sociopolítica que se vivió mundialmente a fines de los años 60 -especialmente el mayo francés de 1968 con su indudable raíz libertaria- también llegó al país. Su huella fue evidente en la Renovación Universitaria que conmocionó a las principales instituciones de Educación Superior entre 1968 y 1970, para mantenerse presente en movimientos estudiantiles y de cultura alternativa posteriores. Sin embargo, salvo la menguante presencia de los veteranos españoles, pasarán años para que existan agrupaciones que se identifiquen con el ideal y la práctica anarquista, pues en los 70 el marxismo aún se consideraba soporte ideológico insustituible de cualquier propuesta revolucionaria en Venezuela.
Entre 1980 y 1995 emergieron intentos de organización cabalmente anarquistas buscando conectarse con luchas y movimientos sociales, siendo el Colectivo Autogestionario Libertario (CAL) el más visible. Se editaron El Libertario -9 números entre 1985 y 1987, a cargo del CAL- y Correo A -28 números entre 1987 y 1995-, periódicos que fueron referencia y punto de reunión para algunos activistas, donde hubo quienes venían del marxismo, exilados ácratas latinoamericanos, y, principalmente, jóvenes que llegaban al anarquismo desde la escena punk. También se hizo notar la actividad académica y divulgativa de Ángel Cappelletti, anarquista argentino que laboró en Venezuela por 26 años [Méndez y Vallota 2001]. Pese a las dificultades para hacer comprender e impulsar propuestas anarquistas de autogestión y acción directa en un medio donde era casi absoluto su desconocimiento o mala interpretación, poco a poco se despejaron caminos para llegar a diversos ámbitos donde se expresaban iniciativas afines. Además, ocurrió el estallido popular del 27/02/1989, “El Caracazo”, que junto a otros eventos nacionales (en especial, la crisis del rentismo petrolero y del modelo político establecido en 1958) e internacionales (como el derrumbe de las burocracias del Este de Europa), abrieron espacios para propagar el ideal libertario.
El esfuerzo por asociar anarquismo y luchas colectivas concretas se hizo más patente al reaparecer El Libertario desde 1995, cuyo grupo responsable se identificó hasta 2007 como Comisión de Relaciones Anarquistas (CRA), para luego denominarse Colectivo Editor de El Libertario. Es la publicación más perdurable en la historia ácrata local, editando unos 5 números cada año, con una difusión significativa al comparar con empeños semejantes del país o del continente. Junto a ella, hay núcleos e iniciativas anarquistas con áreas de intervención varias y ubicadas en diversas regiones, destacando el funcionamiento de locales específicos (como el CESL en Caracas, el CEA en Mérida y el Ateneo La Libertaria, primero en Biscucuy y después en el área rural al suroeste de Lara), la organización en enero de 2006 del Foro Social Alternativo en Caracas, la actividad de la Cruz Negra Anarquista, la edición persistente de variados materiales de divulgación, y el impulso dado a distintos eventos de protesta social y agitación cultural. Este proceso ha debido superar la prueba de la “revolución bolivariana”, acaudillada por Hugo Chávez, que para los anarquistas representa una tramoya demagógica, corrupta, militarista e ineficiente ante la cual ha alucinado buena parte del socialismo local y mundial, dificultando en mucho el desarrollo de movimientos populares autónomos, línea de acción que promueve el anarquismo venezolano.
Referencias
* Alterforo (2006). –Boletín en español e inglés del Foro Social Alternativo- Caracas.
* BRITO FIGUEROA, F. (1981). _Tiempo de Ezequiel Zamora_, Caracas, UCV.
* CAPPELLETTI, A. (1990). “Anarquismo Latinoamericano”, pp. IX-CCXVI, en A. Cappelletti y A. Rama (Recopiladores): _El Anarquismo en América Latina_, Caracas, Biblioteca Ayacucho.
* Correo A (1987-1995). Caracas (también en: www.geocities.com/samizdata.geo/CorreoA.html).
* El Libertario (1985-1987). Caracas.
* El Libertario (1995-2008). Caracas (también en: www.nodo50.org/ellibertario, con amplia sección en inglés).
* MÉNDEZ, N. y A. VALLOTA (2001). _Bitácora de la Utopía_, Caracas, UCV (también disponible en varios sitios de Internet).
* MONTES DE OCA, R. (2008) “Anarquismo en Venezuela”, Caracas, inédito.
* RODRÍGUEZ, L. (1993). “Conociendo al Anarcosindicalismo Venezolano”. Correo A, Caracas, # 22, pp.16-17.
* SANANES, M. (1987). _Pío Tamayo, una Obra para la Justicia, el Amor y la Libertad_, Caracas, sin editorial.
* UZCATEGUI, R. (2001). _Corazón de Tinta_, Caracas, Naufrago de Itaca.
Del Siglo XIX al primer tercio del XX, algunos intelectuales locales fueron simpatizantes o lectores tolerantes del anarquismo, pero sin nada parecido a un Flores Magón, Barret, Oiticica, González Prada u otros de sus exponentes conocidos en el pensamiento continental [Cappelletti 1990]. Los pocos que exploraron la senda libertaria apenas dejaron referencia escrita y luego optaron por el positivismo o el marxismo; sólo valdría mencionar a Pío Tamayo, que en la cárcel instruyó a jóvenes luchadores antigomecistas en el “socialismo de Bakunin y Marx”, hasta poco antes de morir en 1936 [Sananes 1987]. Considerando las luchas populares, historiadores de la Guerra Federal (1859/1863) -la mayor conmoción social en Venezuela entre la Independencia y la era petrolera- destacan la influencia que tuvieron Proudhon y el socialismo francés en Ezequiel Zamora, el General del Pueblo Soberano. El programa del federalismo zamorista es claro: “...horror a la oligarquía, libertad de hombres y tierras, igualación social”, expresando una intención radical que sólo se pudo detener con su asesinato [Brito Figueroa 1981].
A comienzos del Siglo XX, emigrantes anarcosindicalistas europeos contribuyeron a que la organización obrera asomara pese al atraso económico, social y cultural [Rodríguez 1993]. Esos esfuerzos -formación de mutuales y gremios, huelgas, propaganda, etc.- fueron algo más notorios al iniciarse la industria petrolera, pero la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908/1935) persiguió con saña toda actividad sindical, impidiéndole desarrollarse como en otras latitudes. Los escasos y acosados militantes sociales dentro del país intentaban con muchas dificultades hacerse de un pensamiento político, mientras la mayoría del exilio antigomecista era ajeno a influencias radicales. Entre la minoría, el atractivo en expansión del bolchevismo ruso resultó demasiado fuerte para que el anarquismo ganase adeptos. Cuando esa fracción marxista regresó tras la muerte del tirano, ocupó totalmente el campo de la izquierda, absorbiendo al puñado de lectores y discípulos clandestinos del ideal libertario, que estuvieron incluso entre los fundadores del Partido Comunista de Venezuela (1936) y Acción Democrática (1941), partidos que controlaron el proceso de organización política de masas en el período posterior. Adicionalmente, la represión anti-anarquista tenía rango constitucional y se instrumentó en la llamada “Ley Lara”, vigente entre 1936/1945.
En los años 40 y 50 llegaron muchos exilados anarquistas ibéricos, que afrontaron no sólo el peso de la derrota en la Guerra Civil Española, sino un medio adoptivo donde sus ideas eran vistas como extrañas. La perentoria necesidad de subsistir y tener que adecuarse al ambiente de cerril autoritarismo fueron obstáculos adicionales para dificultar la organización de potenciales simpatizantes criollos; sin embargo, se hicieron esfuerzos palpables, particularmente tras 1958 al finalizar 10 años de dictadura militar, cuando se estableció la Federación Obrera Regional Venezolana (FORVE) -afiliada a la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT-IWA), agrupación mundial anarcosindicalista fundada en 1922-, se formaron algunos grupos específicos, se editaron publicaciones periódicas, folletos y libros, pero poco de esta actividad trascendió fuera de los círculos más concientizados de emigrantes peninsulares [Montes De Oca 2008].
La oleada de impugnación sociopolítica que se vivió mundialmente a fines de los años 60 -especialmente el mayo francés de 1968 con su indudable raíz libertaria- también llegó al país. Su huella fue evidente en la Renovación Universitaria que conmocionó a las principales instituciones de Educación Superior entre 1968 y 1970, para mantenerse presente en movimientos estudiantiles y de cultura alternativa posteriores. Sin embargo, salvo la menguante presencia de los veteranos españoles, pasarán años para que existan agrupaciones que se identifiquen con el ideal y la práctica anarquista, pues en los 70 el marxismo aún se consideraba soporte ideológico insustituible de cualquier propuesta revolucionaria en Venezuela.
Entre 1980 y 1995 emergieron intentos de organización cabalmente anarquistas buscando conectarse con luchas y movimientos sociales, siendo el Colectivo Autogestionario Libertario (CAL) el más visible. Se editaron El Libertario -9 números entre 1985 y 1987, a cargo del CAL- y Correo A -28 números entre 1987 y 1995-, periódicos que fueron referencia y punto de reunión para algunos activistas, donde hubo quienes venían del marxismo, exilados ácratas latinoamericanos, y, principalmente, jóvenes que llegaban al anarquismo desde la escena punk. También se hizo notar la actividad académica y divulgativa de Ángel Cappelletti, anarquista argentino que laboró en Venezuela por 26 años [Méndez y Vallota 2001]. Pese a las dificultades para hacer comprender e impulsar propuestas anarquistas de autogestión y acción directa en un medio donde era casi absoluto su desconocimiento o mala interpretación, poco a poco se despejaron caminos para llegar a diversos ámbitos donde se expresaban iniciativas afines. Además, ocurrió el estallido popular del 27/02/1989, “El Caracazo”, que junto a otros eventos nacionales (en especial, la crisis del rentismo petrolero y del modelo político establecido en 1958) e internacionales (como el derrumbe de las burocracias del Este de Europa), abrieron espacios para propagar el ideal libertario.
El esfuerzo por asociar anarquismo y luchas colectivas concretas se hizo más patente al reaparecer El Libertario desde 1995, cuyo grupo responsable se identificó hasta 2007 como Comisión de Relaciones Anarquistas (CRA), para luego denominarse Colectivo Editor de El Libertario. Es la publicación más perdurable en la historia ácrata local, editando unos 5 números cada año, con una difusión significativa al comparar con empeños semejantes del país o del continente. Junto a ella, hay núcleos e iniciativas anarquistas con áreas de intervención varias y ubicadas en diversas regiones, destacando el funcionamiento de locales específicos (como el CESL en Caracas, el CEA en Mérida y el Ateneo La Libertaria, primero en Biscucuy y después en el área rural al suroeste de Lara), la organización en enero de 2006 del Foro Social Alternativo en Caracas, la actividad de la Cruz Negra Anarquista, la edición persistente de variados materiales de divulgación, y el impulso dado a distintos eventos de protesta social y agitación cultural. Este proceso ha debido superar la prueba de la “revolución bolivariana”, acaudillada por Hugo Chávez, que para los anarquistas representa una tramoya demagógica, corrupta, militarista e ineficiente ante la cual ha alucinado buena parte del socialismo local y mundial, dificultando en mucho el desarrollo de movimientos populares autónomos, línea de acción que promueve el anarquismo venezolano.
Referencias
* Alterforo (2006). –Boletín en español e inglés del Foro Social Alternativo- Caracas.
* BRITO FIGUEROA, F. (1981). _Tiempo de Ezequiel Zamora_, Caracas, UCV.
* CAPPELLETTI, A. (1990). “Anarquismo Latinoamericano”, pp. IX-CCXVI, en A. Cappelletti y A. Rama (Recopiladores): _El Anarquismo en América Latina_, Caracas, Biblioteca Ayacucho.
* Correo A (1987-1995). Caracas (también en: www.geocities.com/samizdata.geo/CorreoA.html).
* El Libertario (1985-1987). Caracas.
* El Libertario (1995-2008). Caracas (también en: www.nodo50.org/ellibertario, con amplia sección en inglés).
* MÉNDEZ, N. y A. VALLOTA (2001). _Bitácora de la Utopía_, Caracas, UCV (también disponible en varios sitios de Internet).
* MONTES DE OCA, R. (2008) “Anarquismo en Venezuela”, Caracas, inédito.
* RODRÍGUEZ, L. (1993). “Conociendo al Anarcosindicalismo Venezolano”. Correo A, Caracas, # 22, pp.16-17.
* SANANES, M. (1987). _Pío Tamayo, una Obra para la Justicia, el Amor y la Libertad_, Caracas, sin editorial.
* UZCATEGUI, R. (2001). _Corazón de Tinta_, Caracas, Naufrago de Itaca.
El Libertario
http://www.nodo50.org/ellibertario