martes, 3 de noviembre de 2015
lunes, 2 de noviembre de 2015
LESIONES INCOMPATIBLES CON LA VIDA - Angélica Liddell
A los hijos que no voy a tener.
No quiero tener hijos.
No quiero ir más lejos.
Soy una epidemia de resentimiento.
No quiero tener hijos.
Es mi manera de protestar. Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo renuncia a la fertilidad.
Mi cuerpo es mi protesta contra la sociedad, contra la injusticia, contra el linchamiento, contra la guerra.
Mi cuerpo es la crítica y el compromiso con el dolor humano.
Quiero que mi cuerpo sea estéril como mi sufrimiento.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi pesimismo. Gracias al pesimismo puedo hacerme preguntas. Alguien debe quedar en mitad de los hombres haciéndose preguntas, alguien debe quedar en mitad de la esperanza haciéndose preguntas. Alguien debe quedar como un idiota. Alguien debe quedar como excremento, alguien debe fracasar definitivamente. La ausencia de hijos me ayuda a ser excremento y a fracasar. Los adultos saltan por encima de mi vientre liso agitando a sus hijos como banderas, como si el mal hubiera desaparecido del mundo, los exhiben como si la inteligencia hubiera triunfado por fin sobre el mundo, como si fueran insignias de un futuro mejor. No confío en un futuro mejor. Las familias se comportan con soberbia, pensando que su prole va a ser distinta, que sus hijos nunca van a traicionar como nosotros hemos sido traicionados, que sus hijos nunca van a dañar y a ser dañados, que los reveses de la vida sin duda van a ser menores y que sus hijos jamás van a ser culpables de nada.
Mi cuerpo es mi protesta contra las grandes esperanzas de los padres, contra las grandes pretensiones de los padres.
No quiero pasar por ese estado de necedad transitoria.
No quiero que mi resentimiento se interrumpa.
No quiero dejar de pensar en la injusticia.
No sería justo para los excluidos que dejara de pensar en la injusticia, que dejara de condenar a los privilegiados.
Sin embargo no he conocido a ningún niño que se convirtiera en un buen adulto. Los niños no se convierten en buenos adultos. Yo no soy un buen adulto. La bondad no existe. Soy mala, muy mala.
Tal vez esa es la razón por la que no quiero ser madre.
Tal vez a las mujeres malas nos sucede eso, no queremos ser madres.
Las mujeres malas, sin instinto maternal, pagamos el tributo de morir solas, podridas, sin alegría, frente al televisor, frente al espanto, secas, rodeadas de moscas de diferentes tamaños.
A las mujeres malas solo nos puede suceder la muerte.
Me parece bien.
Fui niña. Pero no me he convertido en una buena adulta.
El papel del hombre en el mundo es absurdo. Vagamos de tara en tara.
Cuando imagino mi propio parto solo puedo ver asomando entre mis piernas la cabeza grotesca de un monstruo, ya fatigado por la inmundicia del universo, por lo inefable, por la mezquindad.
Mi cuerpo es mi protesta.
No quiero aportar nada al mundo, salvo mi profundo horror por el mundo. Después de los desastres del siglo XX no puedo sentir más que horror. Después de semejante exhibición del mal, el hombre ya no puede redimirse. ¿Quién puede volver a amar a los hombres? ¿Quién puede volver a cantar en honor a los hombres? Alguien dijo que después de los horrores del siglo XX no se podía seguir escribiendo. La palabra se había vuelto absurda, insuficiente. Los hijos son como la palabra, insuficientes. Sería bueno para mi mente aceptar la insuficiencia de la palabra y del hombre. Pero hay algún cocodrilo dentro de mí que me impide aceptarlo. Cada vez soporto menos la injusticia, cada vez soporto menos la maldad. El mundo está basado en la injusticia y en el mal.
Sólo se me ocurre protestar.
Mi cuerpo es mi protesta.
Quiero morirme sola, sin dejar nada atrás. Es mi manera de unirme a los que fueron exterminados, a los que sufrieron sin límite.
No quiero esperanza.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es un ejemplo para suicidas, un ejemplo para asesinos, un ejemplo para todos aquellos que se desprecian a sí mismos.
Mi maldito cuerpo.
Mi decisión anormal.
Llega un momento en que la sociedad se excita, se impacienta y procrea, procrea porque sí, procrea. ¿Qué motivos tienen?
Me pregunto, ¿qué motivos tienen?
Pero mi decisión es anormal.
Perdón por la violencia.
Mi violencia verbal es mi lucha contra la violencia real.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi protesta contra los vestidos premamá.
Mi cuerpo, voluntariamente estéril, es mi inconformismo.
Mi cuerpo es mi falta de adaptación.
Las grandes esperanzas de mis padres destruyeron mis propias esperanzas.
Mi cuerpo es mi protesta contra las grandes esperanzas de mis padres, contra las grandes y estúpidas esperanzas del mundo.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción.
Mi decisión anormal es mi acción.
En definitiva, mi vida es mi acción.
Sólo quiero ser hija.
Conmigo termina la tiranía de la sangre.
No quiero formar una familia.
Nunca me fiaría de una institución que es fomentada, ensalzada, vitoreada, incluso premiada por el poder. No me fío de todos esos gobernantes que se fotografían con sus familias.
La foto de familia siempre está sobre la mesa de los presidentes, en marco de plata, el marco es carísimo, la familia se merece el marco más caro, el presidente se merece la familia más hermosa, más sonriente, más feliz y más cara.
La familia es lo más importante. La familia es lo más importante. Sin familia nadie alcanza el poder. El poder y la familia, siempre unidos. Me repugna.
Las fotos de familia me recuerdan los espeluznantes dibujitos paradisiacos que los predicadores te muestran mientras te escupen oraciones en la oreja.
La familia y el poder.
La familia y la religión.
No puedo fiarme de algo que es impuesto desde el poder. No puedo fiarme de algo que es impuesto desde la religión.
Sólo por ese motivo deberíamos negarnos a tener hijos.
Céline dice: “Cuando a los grandes de la tierra os da por amaros es que van a convertiros en carne de cañón. Por el afecto empiezan. Los encumbrados solo pueden pensar en el pueblo por interés o por sadismo”
Estoy de acuerdo.
También dice : “¡Qué vivan los locos y los cobardes!
También estoy de acuerdo.
No me siento capaz de complacer a los poderosos, a los privilegiados. Si les complazco estoy alimentando la obesidad y el conformismo de una sociedad idiota, adocenada.
Es necesario que alguien no tenga hijos. Es necesario para desestabilizar las conciencias. Es una forma de hacer justicia.
Mi cuerpo es mi protesta.
Es mi forma de hacer justicia.
Mi cuerpo es mi protesta.
No quiero tener hijos.
Quiero ser pobre.
No tener hijos es una manera de ser pobre.
Los pobres son esa gente cuya muerte no le interesa a nadie.
Esa es la muerte que yo deseo.
No quiero tener hijos.
Es una forma de ser un poco más pobre.
A veces pienso que no depende de mí.
Estoy poseída por una rabia inidentificable que me obliga a enfangarme continuamente en el dolor.
¿De dónde procede esa rabia?
¿A quién pertenece la voluntad del enfermo?
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi protesta contra mi generación.
El fraude de mi generación.
Han creado una sociedad clasista, engreída, ambiciosa y brillante.
Con el sudor de sus frentes, brillante.
Con el sudor de sus frentes, ambiciosa.
Con el sudor de sus frentes, engreída.
Con el sudor de sus frentes, clasista.
Sólo buscan la comodidad.
Imitan a los pequeños ricos.
Ellos dicen lo contrario, son muy progresistas, pero se comportan como cualquier tipo de clase media.
Codiciosos, complacientes, comodones, regalados.
Sí, se reproducen en la comodidad.
Y eso embota sus mentes.
Sus cabezas están rellenas de comodidad.
Ellos piensan que sus conciencias son correctas, pero no lo son. En el fondo su corrección es un tópico que les permite vivir sin sentimiento alguno de culpa.
Mi cuerpo es mi protesta.
Soy una estúpida.
Soy la que está equivocada por querer sentirme perdedora y ridículamente heroica. Me acuso de petulancia. Soy petulante por ir en contra del mundo. Aunque tal vez solo formo parte de su inercia. No me gusta pensar así pero la rabia me obliga.
Una pobre resentida con aspiraciones artísticas. Esa soy yo.
No quiero salvarme.
Soy la peor. La peor.
Protesto con mi cuerpo.
Soy una basura de color rosa.
La inmundicia de mi carne vuelve escrupuloso a todo aquel que se acerca.
Estoy consumida por la verdad.
La guerra me envejece.
Observo mi existencia, como si mi existencia fuera la de una mosca.
Pertenezco a la fauna cadavérica.
¿En qué momento de la descomposición aparezco?
¿Cuántos días lleva muerto el cadáver?
Mi cuerpo es la protesta por los cadáveres inocentes.
No quiero tener hijos.
No quiero más funerales.
¿Quién es el responsable de las ganas de morir de una mujer?
La injusticia mete espadas en la cama de la suicida.
Aunque se me ha parado el corazón la sangre sigue fluyendo por mi cuerpo para seguir protestando.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción.
Mi cuerpo es mi obra de arte.
Mi decisión es mi obra de arte.
No tener hijos es mi obra de arte.
Mi vida es mi obra de arte.
No haciendo hijos hago arte.
El olor a café mezclado con el olor a pescado me hace vomitar.
Relaciono ese olor con la maternidad.
Y al mismo tiempo lo relaciono con la muerte.
Y pienso: en la familia todo ocurre en lo oscuro.
No soportaría un gramo de hipocresía más.
Porque en la familia amamos pero también estamos obligados a amar.
Esto último origina relaciones tenebrosas, desquiciadas, que desembocan en camuflajes dolorosos.
En la familia todo ocurre en la oscuridad.
Mi cuerpo es mi protesta.
Protesto contra la ausencia de pasiones.
Protesto contra la tibieza y la cordura.
Protesto contra el uso del dinero.
Las familias, recién estrenadas, trabajan para pagar neveras más grandes, coches más grandes, vacaciones más caras pero más insulsas.
Las familias trabajan para no perder ni un gramo de prestigio social.
Las familias trabajan para no perder ni un gramo de seguridad.
Protesto contra el prestigio social y protesto contra la seguridad.
Aquí está mi cuerpo protestando, sin hijos.
Las familias trabajan duro para parecerse a los ricos.
Aspiran al bienestar total.
En nombre de sus hijos aspiran al bienestar total, es decir, a lo superfluo. Han perdido el sentido del bienestar.
Mi cuerpo protesta contra el bienestar
Las familias trabajan duro.
Aspiran a la calma total.
Protesto contra la calma.
Mi cuerpo protesta contra la calma.
El bienestar, la seguridad, la calma.
Todo ello les alisa.
Nada de pasiones. Nada de excesos.
Trabajan para pagar el gimnasio.
Para pagar la guardería mientras trabajan
Mientras trabajan para pagar la guardería y su eterno descanso.
Y su eterno sacrificio.
No puedo identificarme con ellos.
No puedo identificarme con un plan de pensiones.
No.
Mi vida es patética y adolescente.
Mi protesta es patética y adolescente.
Soy una mierda.
Pero no quiero ser como ellos.
Me da igual. No hay marcha atrás.
Mi generación avanza hacia la estabilidad, hacia el plan de pensiones, hacia el restaurante caro, hacia el carrito lleno de la compra, avanza hacia un consumo sin límite.
Detrás de sus carteras son una masa blanda y sin forma.
Yo no sé hacia dónde avanzo.
En cualquier caso no tener hijos me da fuerza.
Mi decisión me da fuerza.
Mi generación avanza tanto que no les da tiempo a pensar.
Utilizan cuatro tópicos para pensar y se van a la cama. Tan seguros, tan estables.
Mi cuerpo protesta contra la estabilidad.
Aquí hay demasiados funcionarios.
Protesto contra los funcionarios.
Y los funcionarios protestan porque el sueldo no les llega para pagar un coche más caro, un queso más caro, un restaurante más caro, unos calzoncillos más caros, una mierda más cara. Protestan para cambiar los azulejos de las paredes del cuarto de baño. Por eso protestan, porque necesitan llenar el carro de la compra hasta lo insoportable.
Mi cuerpo es mi protesta contra los funcionarios.
La economía determina las relaciones afectivas.
La economía determina mis acciones.
Mi cuerpo es mi acción.
No me da miedo la pobreza.
Mi economía determina mi protesta.
Imposible la relación con aquellos que jamás han tenido en su vida conciencia de ruina y de pobreza.
Imposible.
La falta de conciencia de ruina y de pobreza me defrauda enormemente. Por eso protesto. Mi cuerpo es mi protesta.
La pobreza es tan indeseable como la medianía.
La rabia me hace delirar.
¿Qué hacer para evitar esta rabia, aquí dentro?
Sólo protesto.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción
Mi vida es mi acción
No quiero tener hijos.
¿Por qué?
Tal vez por la rabia, esta rabia, aquí dentro.
Siempre está a punto de empezar una guerra.
El mundo es maravilloso.
No quiero tener hijos.
No quiero ir más lejos.
Soy una epidemia de resentimiento.
No quiero tener hijos.
Es mi manera de protestar. Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo renuncia a la fertilidad.
Mi cuerpo es mi protesta contra la sociedad, contra la injusticia, contra el linchamiento, contra la guerra.
Mi cuerpo es la crítica y el compromiso con el dolor humano.
Quiero que mi cuerpo sea estéril como mi sufrimiento.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi pesimismo. Gracias al pesimismo puedo hacerme preguntas. Alguien debe quedar en mitad de los hombres haciéndose preguntas, alguien debe quedar en mitad de la esperanza haciéndose preguntas. Alguien debe quedar como un idiota. Alguien debe quedar como excremento, alguien debe fracasar definitivamente. La ausencia de hijos me ayuda a ser excremento y a fracasar. Los adultos saltan por encima de mi vientre liso agitando a sus hijos como banderas, como si el mal hubiera desaparecido del mundo, los exhiben como si la inteligencia hubiera triunfado por fin sobre el mundo, como si fueran insignias de un futuro mejor. No confío en un futuro mejor. Las familias se comportan con soberbia, pensando que su prole va a ser distinta, que sus hijos nunca van a traicionar como nosotros hemos sido traicionados, que sus hijos nunca van a dañar y a ser dañados, que los reveses de la vida sin duda van a ser menores y que sus hijos jamás van a ser culpables de nada.
Mi cuerpo es mi protesta contra las grandes esperanzas de los padres, contra las grandes pretensiones de los padres.
No quiero pasar por ese estado de necedad transitoria.
No quiero que mi resentimiento se interrumpa.
No quiero dejar de pensar en la injusticia.
No sería justo para los excluidos que dejara de pensar en la injusticia, que dejara de condenar a los privilegiados.
Sin embargo no he conocido a ningún niño que se convirtiera en un buen adulto. Los niños no se convierten en buenos adultos. Yo no soy un buen adulto. La bondad no existe. Soy mala, muy mala.
Tal vez esa es la razón por la que no quiero ser madre.
Tal vez a las mujeres malas nos sucede eso, no queremos ser madres.
Las mujeres malas, sin instinto maternal, pagamos el tributo de morir solas, podridas, sin alegría, frente al televisor, frente al espanto, secas, rodeadas de moscas de diferentes tamaños.
A las mujeres malas solo nos puede suceder la muerte.
Me parece bien.
Fui niña. Pero no me he convertido en una buena adulta.
El papel del hombre en el mundo es absurdo. Vagamos de tara en tara.
Cuando imagino mi propio parto solo puedo ver asomando entre mis piernas la cabeza grotesca de un monstruo, ya fatigado por la inmundicia del universo, por lo inefable, por la mezquindad.
Mi cuerpo es mi protesta.
No quiero aportar nada al mundo, salvo mi profundo horror por el mundo. Después de los desastres del siglo XX no puedo sentir más que horror. Después de semejante exhibición del mal, el hombre ya no puede redimirse. ¿Quién puede volver a amar a los hombres? ¿Quién puede volver a cantar en honor a los hombres? Alguien dijo que después de los horrores del siglo XX no se podía seguir escribiendo. La palabra se había vuelto absurda, insuficiente. Los hijos son como la palabra, insuficientes. Sería bueno para mi mente aceptar la insuficiencia de la palabra y del hombre. Pero hay algún cocodrilo dentro de mí que me impide aceptarlo. Cada vez soporto menos la injusticia, cada vez soporto menos la maldad. El mundo está basado en la injusticia y en el mal.
Sólo se me ocurre protestar.
Mi cuerpo es mi protesta.
Quiero morirme sola, sin dejar nada atrás. Es mi manera de unirme a los que fueron exterminados, a los que sufrieron sin límite.
No quiero esperanza.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es un ejemplo para suicidas, un ejemplo para asesinos, un ejemplo para todos aquellos que se desprecian a sí mismos.
Mi maldito cuerpo.
Mi decisión anormal.
Llega un momento en que la sociedad se excita, se impacienta y procrea, procrea porque sí, procrea. ¿Qué motivos tienen?
Me pregunto, ¿qué motivos tienen?
Pero mi decisión es anormal.
Perdón por la violencia.
Mi violencia verbal es mi lucha contra la violencia real.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi protesta contra los vestidos premamá.
Mi cuerpo, voluntariamente estéril, es mi inconformismo.
Mi cuerpo es mi falta de adaptación.
Las grandes esperanzas de mis padres destruyeron mis propias esperanzas.
Mi cuerpo es mi protesta contra las grandes esperanzas de mis padres, contra las grandes y estúpidas esperanzas del mundo.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción.
Mi decisión anormal es mi acción.
En definitiva, mi vida es mi acción.
Sólo quiero ser hija.
Conmigo termina la tiranía de la sangre.
No quiero formar una familia.
Nunca me fiaría de una institución que es fomentada, ensalzada, vitoreada, incluso premiada por el poder. No me fío de todos esos gobernantes que se fotografían con sus familias.
La foto de familia siempre está sobre la mesa de los presidentes, en marco de plata, el marco es carísimo, la familia se merece el marco más caro, el presidente se merece la familia más hermosa, más sonriente, más feliz y más cara.
La familia es lo más importante. La familia es lo más importante. Sin familia nadie alcanza el poder. El poder y la familia, siempre unidos. Me repugna.
Las fotos de familia me recuerdan los espeluznantes dibujitos paradisiacos que los predicadores te muestran mientras te escupen oraciones en la oreja.
La familia y el poder.
La familia y la religión.
No puedo fiarme de algo que es impuesto desde el poder. No puedo fiarme de algo que es impuesto desde la religión.
Sólo por ese motivo deberíamos negarnos a tener hijos.
Céline dice: “Cuando a los grandes de la tierra os da por amaros es que van a convertiros en carne de cañón. Por el afecto empiezan. Los encumbrados solo pueden pensar en el pueblo por interés o por sadismo”
Estoy de acuerdo.
También dice : “¡Qué vivan los locos y los cobardes!
También estoy de acuerdo.
No me siento capaz de complacer a los poderosos, a los privilegiados. Si les complazco estoy alimentando la obesidad y el conformismo de una sociedad idiota, adocenada.
Es necesario que alguien no tenga hijos. Es necesario para desestabilizar las conciencias. Es una forma de hacer justicia.
Mi cuerpo es mi protesta.
Es mi forma de hacer justicia.
Mi cuerpo es mi protesta.
No quiero tener hijos.
Quiero ser pobre.
No tener hijos es una manera de ser pobre.
Los pobres son esa gente cuya muerte no le interesa a nadie.
Esa es la muerte que yo deseo.
No quiero tener hijos.
Es una forma de ser un poco más pobre.
A veces pienso que no depende de mí.
Estoy poseída por una rabia inidentificable que me obliga a enfangarme continuamente en el dolor.
¿De dónde procede esa rabia?
¿A quién pertenece la voluntad del enfermo?
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi protesta contra mi generación.
El fraude de mi generación.
Han creado una sociedad clasista, engreída, ambiciosa y brillante.
Con el sudor de sus frentes, brillante.
Con el sudor de sus frentes, ambiciosa.
Con el sudor de sus frentes, engreída.
Con el sudor de sus frentes, clasista.
Sólo buscan la comodidad.
Imitan a los pequeños ricos.
Ellos dicen lo contrario, son muy progresistas, pero se comportan como cualquier tipo de clase media.
Codiciosos, complacientes, comodones, regalados.
Sí, se reproducen en la comodidad.
Y eso embota sus mentes.
Sus cabezas están rellenas de comodidad.
Ellos piensan que sus conciencias son correctas, pero no lo son. En el fondo su corrección es un tópico que les permite vivir sin sentimiento alguno de culpa.
Mi cuerpo es mi protesta.
Soy una estúpida.
Soy la que está equivocada por querer sentirme perdedora y ridículamente heroica. Me acuso de petulancia. Soy petulante por ir en contra del mundo. Aunque tal vez solo formo parte de su inercia. No me gusta pensar así pero la rabia me obliga.
Una pobre resentida con aspiraciones artísticas. Esa soy yo.
No quiero salvarme.
Soy la peor. La peor.
Protesto con mi cuerpo.
Soy una basura de color rosa.
La inmundicia de mi carne vuelve escrupuloso a todo aquel que se acerca.
Estoy consumida por la verdad.
La guerra me envejece.
Observo mi existencia, como si mi existencia fuera la de una mosca.
Pertenezco a la fauna cadavérica.
¿En qué momento de la descomposición aparezco?
¿Cuántos días lleva muerto el cadáver?
Mi cuerpo es la protesta por los cadáveres inocentes.
No quiero tener hijos.
No quiero más funerales.
¿Quién es el responsable de las ganas de morir de una mujer?
La injusticia mete espadas en la cama de la suicida.
Aunque se me ha parado el corazón la sangre sigue fluyendo por mi cuerpo para seguir protestando.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción.
Mi cuerpo es mi obra de arte.
Mi decisión es mi obra de arte.
No tener hijos es mi obra de arte.
Mi vida es mi obra de arte.
No haciendo hijos hago arte.
El olor a café mezclado con el olor a pescado me hace vomitar.
Relaciono ese olor con la maternidad.
Y al mismo tiempo lo relaciono con la muerte.
Y pienso: en la familia todo ocurre en lo oscuro.
No soportaría un gramo de hipocresía más.
Porque en la familia amamos pero también estamos obligados a amar.
Esto último origina relaciones tenebrosas, desquiciadas, que desembocan en camuflajes dolorosos.
En la familia todo ocurre en la oscuridad.
Mi cuerpo es mi protesta.
Protesto contra la ausencia de pasiones.
Protesto contra la tibieza y la cordura.
Protesto contra el uso del dinero.
Las familias, recién estrenadas, trabajan para pagar neveras más grandes, coches más grandes, vacaciones más caras pero más insulsas.
Las familias trabajan para no perder ni un gramo de prestigio social.
Las familias trabajan para no perder ni un gramo de seguridad.
Protesto contra el prestigio social y protesto contra la seguridad.
Aquí está mi cuerpo protestando, sin hijos.
Las familias trabajan duro para parecerse a los ricos.
Aspiran al bienestar total.
En nombre de sus hijos aspiran al bienestar total, es decir, a lo superfluo. Han perdido el sentido del bienestar.
Mi cuerpo protesta contra el bienestar
Las familias trabajan duro.
Aspiran a la calma total.
Protesto contra la calma.
Mi cuerpo protesta contra la calma.
El bienestar, la seguridad, la calma.
Todo ello les alisa.
Nada de pasiones. Nada de excesos.
Trabajan para pagar el gimnasio.
Para pagar la guardería mientras trabajan
Mientras trabajan para pagar la guardería y su eterno descanso.
Y su eterno sacrificio.
No puedo identificarme con ellos.
No puedo identificarme con un plan de pensiones.
No.
Mi vida es patética y adolescente.
Mi protesta es patética y adolescente.
Soy una mierda.
Pero no quiero ser como ellos.
Me da igual. No hay marcha atrás.
Mi generación avanza hacia la estabilidad, hacia el plan de pensiones, hacia el restaurante caro, hacia el carrito lleno de la compra, avanza hacia un consumo sin límite.
Detrás de sus carteras son una masa blanda y sin forma.
Yo no sé hacia dónde avanzo.
En cualquier caso no tener hijos me da fuerza.
Mi decisión me da fuerza.
Mi generación avanza tanto que no les da tiempo a pensar.
Utilizan cuatro tópicos para pensar y se van a la cama. Tan seguros, tan estables.
Mi cuerpo protesta contra la estabilidad.
Aquí hay demasiados funcionarios.
Protesto contra los funcionarios.
Y los funcionarios protestan porque el sueldo no les llega para pagar un coche más caro, un queso más caro, un restaurante más caro, unos calzoncillos más caros, una mierda más cara. Protestan para cambiar los azulejos de las paredes del cuarto de baño. Por eso protestan, porque necesitan llenar el carro de la compra hasta lo insoportable.
Mi cuerpo es mi protesta contra los funcionarios.
La economía determina las relaciones afectivas.
La economía determina mis acciones.
Mi cuerpo es mi acción.
No me da miedo la pobreza.
Mi economía determina mi protesta.
Imposible la relación con aquellos que jamás han tenido en su vida conciencia de ruina y de pobreza.
Imposible.
La falta de conciencia de ruina y de pobreza me defrauda enormemente. Por eso protesto. Mi cuerpo es mi protesta.
La pobreza es tan indeseable como la medianía.
La rabia me hace delirar.
¿Qué hacer para evitar esta rabia, aquí dentro?
Sólo protesto.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción
Mi vida es mi acción
No quiero tener hijos.
¿Por qué?
Tal vez por la rabia, esta rabia, aquí dentro.
Siempre está a punto de empezar una guerra.
El mundo es maravilloso.
domingo, 1 de noviembre de 2015
UN MUNDO DE DOLOR
De dolor yo estoy parío
en el dolor estoy
y hacia el dolor voy.
Nada me inspira
nada es real
exceptuado el dolor
cuando siento
con mis yemas
a través de la camisa
las cicatrices, lo real
y vuelven las reminiscencias
y se retuerce la víbora dentro de mi estómago
estas manos impropias, trepidan
es el pasado sí, es el pasado no los trastornos
son los hermanos, bajo tierra
aquellos que me departen
susurran, vociferan en otras lenguas
que nadie entiende solo yo
me miro al espejo y veo
el reflejo de un simulacro
yerto, borroso, difuso, desvaneciendo
y mis hermanos presos
no puedo moverme
levitando en un sollozo mudo
mientras me introduzco dentro de mí
y solo hay vacío
casquillos en la tierra quemada de mi ser
de balas que ya no hacen mella
busco la despersonalización
y no la hallo
busco abstraerme y no puedo
escudriño las preguntas
revolcándome estático
en respuestas
infinitas, millones de cristales resquebrajados
cutículas ásperas de lagartos
cuánta traición, cuántas ignominias
(pero no se toca fondo)
¡Jamás!
estúpida pretensión aquella
lo sabes, lo sabemos
se puede descender aún más;
un poquito más
lo sabes, lo sabemos
que se va cayendo...
Dulcemente
en un piélago eterno de dolor…
Miras el sufrimiento humano?
Ni siquiera tu cuerpo voraz
Tiene una tregua,
Te pide sexo el miembro
Y carne la vagina,
Tiene una tregua,
Te pide sexo el miembro
Y carne la vagina,
Te pide la vejiga despertarte
Para orinar a cuestas de la noche,
Te pide la barriga
Un tentempié desolador
De carne viva.
Para orinar a cuestas de la noche,
Te pide la barriga
Un tentempié desolador
De carne viva.
Los órganos mendigan
Tu cuidado,
Un cuerpo desgarrado
Por el tiempo y el espacio.
Tu cuidado,
Un cuerpo desgarrado
Por el tiempo y el espacio.
Alberto Gutierrez
Francis Bacon: el pintor más oscuro del alma humana
"El hombre que pinta esas fotos horribles", dijo de su obra la ex Primera Ministra británica Margaret Thatcher. Francis Bacon, el pintor irlandés y uno de los más trascendentes del siglo XX, no es un artista de medianías: se le ama o se le rechaza, porque su trabajo fue -y es- una inmersión hacia el lado más oscuro y retorcido del alma humana, con rostros, cuerpos y figuras desmembradas, mutiladas y expuestas desde distintos ángulos.
Uno de los favoritos del circuito de subastas de arte, Bacon acaba de romper el récord histórico de una transa pública: su Tríptico de 1969 (abajo) que le dedicó a su amigo pintor Lucien Freud, se convirtió en la más alta venta en subasta, con 142 millones de dólares transados en una puja de la casa Christie's en Nueva York.
La alta cotización de Bacon en los mercados del arte se produjo casi luego de su muerte, ocurrida en 1992. Tras una vida muy difícil y tormentosa, donde incluso la primera parte de su obra, realizada antes de la II Guerra Mundial fue destruida por él mismo, Bacon comenzó a ser valorado por su obra ya en una edad adulta, cuando situó la figura humana como el eje de sus preocupaciones formales, en una forma de romper con la figuratividad clásica, que fue llamada justamente Nueva figuración.
La forma en que Bacon retrató al cuerpo humano se origina en el trauma que le ocasionó la guerra y las consecuencias sicológicas de esta, además de su propia interioridad: fue expulsado de su casa a los 16 años al manifestar su homosexualidad y tendía fuertemente hacia la autodestrucción. Sus primeros éxitos datan de 1944, cuando realiza el tríptico Tres estudios de figuras junto a una crucifixión, considerada una de las obras clave de la pintura contemporánea. Justamente nace con esta obra su predilección por el tríptico, formato que le dio un sello personal y donde se acerca al motivo desde distintos ángulos pero siempre manteniendo la unidad de la obra, generando una sensación de ambiguedad sobre el objeto, en especial en los retratos.
En 1949 comienza su serie de versiones sobre elRetrato de Inocencio X de Velázquez (arriba), un momento clave en su obra y donde se reúnen las ideas pictóricas sobre la angustia y la expresión atormentada de sus personajes que luego desarrollaría con profusión, como el gusto de presentar los rostros de manera borrosa, a la manera de una pesadilla. Influenciado por el noruego Edvard Munch, es en las décadas del 50' y 60' que Bacon logra repercusión en los círculos del arte, siendo adquiridas por importantes museos.
Otro momento clave en su carrera fue el encuentro con George Dyer en 1964, a quien sorprendió robando en su taller y que luego se transformaría en su amante, en una relación tormentosa que le provocó una estimulación creativa notable, con gran cantidad de pinturas, entre ellas varios retratos de Dyer. Este terminó suicidándose con barbitúricos en 1971.
La cotización de Francis Bacon en subastas ha tenido hitos como la venta deTriptych 1976, que fue subastada en el 2012 en 86,2 millones de dólares y adquirida por el ruso Roman Abramovich. Anteriormente su récord fue en 2998, cuando 2008, cuando Sotheby's vendió otro de sus trípticos por 55,3 millones de dólares. También el artista Damien Hirst compró una obra de Bacon, Crucifixión, en 33 millones de dólares, y por el mismo precio fue subastado el Retrato de Henrietta Moraes (1963).
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